La pequeñez de sus pies blancos.
Lo curioso de sus manos arrugadas.
Lo erótico de sus ojos.
Lo triste de su mirada neutral.
Lo tentador de su cuello.
El carisma de sus bromas.
La creatividad de sus fantasías.
Lo sádico y enfermo de sus odios.
Lo vampirezco de su sonrisa fría.
Lo desgarrador de su enojo.
Lo apasionante de sus palabras.
Su imborrable recuerdo.
Y el hecho que la amaba.
La amaba y la había perdido.
Esta vez para siempre.
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