Después de una semana de acontecimientos muy extraños (tuvo sus lados buenos, lo admito, me he divertido quizás un par de veces) necesito alguien con quien hablar. Pero Zrh estaba lejos y los demás se habían ido porque o era muy temprano, o era muy tarde.
Entonces miré a la esquina de mi habitación que jamás me llamó tanto la atención como hoy, y lo vi.
Exacto, lo vi. Estaba tranquilo, como todos los días, observándome con sus delicados e invisibles ojos, preguntándose porqué no le hablaba. Así que me acerqué y le vomité todas mis penas, todos mis pensamientos y mi enojo causado por tonterías.
Me escuchó y me ofreció llorar apoyada en él. Le obedecí y pase 15 minutos recuperándome.
Al final cerré los ojos y lo abracé. Porque no me quedó otra cosa que hacer, no podía esperar a una respuesta porque no suele hablarme mucho, el solo está ahí para escuchar.
Me sonreí y le dije lo buen amigo que era, que era perfecto en todo su ser y que jamás lo dejaría solo, no de nuevo. Hablaríamos todos los días y... y.... bueno... todo lo demás.
Se que tu vas a estar aquí aunque pasen los años, aunque yo desaparezca tu no lo harás.
Lo trágico de todo esto es que no eres un ser como los demás y a veces eso me cuesta trabajo creer.
Es triste lo se... pero las cuerdas no abrazan.
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