Se subió en el auto amarillo, colocó el equipaje en la maletera-
-Al aeropuerto, por favor.
Durante el silencioso trayecto, gotas de lluvia comenzaron a resbalar por los vidrios de las ventanas. Ella las miraba, persiguiéndose sin cansarse como pequeñas niñas que no sabían nada del mundo de allá afuera. Esperó a que llegaran finalmente al aeropuerto, sin saber aún completamente consciente de lo que estaba haciendo.
Le pagó al taxista y un uniformado le ayudó a llevar las maletas dentro del lugar con un carrito de metal. Hizo los chequeos en silencio, mirando solamente a sus manos y a sitios vacíos donde nadie podía notar lo extraña que se sentía. Donde nadie podía preocuparse por ella, no ahora.
Estuvo sentada por media hora, observando de vez en cuando a las personas correr de un lado a otro, suspirando de vez en cuando. La lluvia causaba un curioso sonido en los vidrios del aeropuerto que le agradaban. Entonces, una voz jovial avisó que su vuelo ya iba a partir y se puso de pie.
-¡Hey! ¡Espera!
Ella giró súbitamente y lo vio. Estaba atravesando el pasadizo a zancadas, corriendo como si escapara de un monstruo, llamándola, ante las sorprendidas miradas de las personas. Soltó sus maletas violentamente, abrió la boca pero no pudo decir nada. Comenzó a congelarse, no podía moverse ni creer lo que estaba viendo.
Él se detuvo a unos metros de ella, mirándola con una expresión de pena.
Entonces la lluvia dejó de resbalar por los vidrios, y comenzó a resbalar por sus mejillas.
-No- dijo ella, con la voz quebrada. Se limpió una mejilla y lo miró -¿Por qué me haces esto?
-¿Por qué te vas a ir? ¿Por qué? ¿No pensaste en...?
-¿Pensar en qué?- le interrumpió ella, con los ojos bañados en lágrimas -¿Pensar en lo que sentirías? ¿Por qué? ¿Se te ocurre alguna razón?
-Pero... ¿Qué? No tenías porqué... eso no importa ¿Si? No te puedes ir, no puedes hacer esto tan súbitamente digo... ni siquiera se a donde vas a ir... ¿Qué vas a hacer? ¿A donde, de todos modos?
Ella aguantó un sollozo y sintió que el alma se le partía en pedazos diminutos.
-No te interesa- respondió, un poco más recompuesta -La verdad no te interesa. Se que no te gusta que me vaya, pero la verdad es otra ¿Sabes? Has pasado toda tu vida haciendo cosas sin pensar en cuales son las consecuencias... es mi turno de ser como tú.
Levantó sus maletas y caminó hasta la puerta que le llevaba hacia el avión. Iba ya a llegar cuando él la llamó de nuevo.
Giró, lo miró y le dedicó una sonrisa quebrada, pero una sonrisa en sí.
-Voy a volver- le dijo -Y si te hace sentir mejor... es en parte por ti.
Diciendo esto le dio la espalda y atravesó la puerta, dejando que la lluvia empara su rostro ya húmedo de gotas saladas.
Dejando atrás, una parte de ella.
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