jueves, 27 de octubre de 2011

Inflamaciones

Hoy escuchaba el himno de mi desgracia (Jesus of Suburbia) y recordaba lentamente que solo escucho esa canción cuando estoy ebria, bajo los efectos de algún medicamento, amaneciéndome o en estado de suma desdicha. 
Caminaba como perdida por la calle, con mis pasos graves, la mirada extraviada en las luces y en los autos que hoy día casi me atropellan, con el sueño invadiéndome porque (aún) me duele la cabeza por el llanto temprano.
Me sentí vacía, caminando en la calle a las nueve de la noche rumbo a casa con mis padres tratando de alcanzar mi presuroso paso. 
Llegué a casa a tomar mis medicamentos diarios. 
Frederic me llamó mientras me tomaba un baño y tuve que interrumpir esa confusión desagradable de agua caliente y lágrimas para explicarle el problema y aceptar sus consuelos de hermano casi sanguíneo.
Decíamos a veces que el dolor es lo único que cambia a las personas. 
No sé, amigos míos, en qué clase de persona me voy a convertir. 
Solo sé que estaba equivocada cuando pensé que iba a detestar a Ludovico por esta cachetada a mi espíritu que ya de por sí es maltrecho, insano, enfermo, moribundo. 
Pero estaba errada en todos los aspectos. 
No puedo odiarle ni siquiera en un milímetro de mi corazón siniestro. 
Solo esperarle si es que algún día, aunque sea dentro de 50 años, quisiera regresar a plantar jardines de nuevo en esta tierra infértil en donde antes nacía un Edén. 
Me dirán que soy una persona terca, absurda y hasta estúpida.
Pero hay cosas de mi naturaleza que no puedo controlar, como el hecho de no odiarle jamás.
Hoy día terminé de leer "El amor en los tiempos del cólera".
Me parece muy irónico. 



Req. 

1 comentario:

annice dijo...

todo mejorara! absolutamente todo! lo que no nos mata, nos hace mas fuertes! :) te quiero mucho Barbs, my darling!