Hoy comprendí que mi amor te habría consumido como los gusanos se comen a los muertos. Quizá del jardín de nuestro cariño, solo habrían florecido las rosas muertas de algo tan profundo, que nos habría ahogado a los dos, pero más que nada, te habría dejado a ti en el naufragio total.
Lo siento, porque siempre creí que fue algo que sucedió y nunca me detuve a pensar que tus palabras tan absurdas, en realidad tuvieron sentido.
Pero eso en realidad no significa nada. Hoy día pasé en el auto por los lugares solíamos recorrer y vi que la pared verde sapo sigue igual, que nadie ha arreglado la pista con agujeros ni los jardines de los vecinos. Nada ha cambiado en ese trecho y lo sé porque a comparación de otras veces, no desvío la mirada ni me oculto de tus recuerdos. De seguro es porque el dolor y las ganas de llorar, son causadas por lo feliz que era yo en ese tiempo.
Tuviste razón, siempre tuviste la razón y haber sido frío solo ayudó a encontrar una solución más rápida. Quizás no controlé mis emociones, nunca fui libre de decir y hacer lo que quería. ¿Te presioné, entonces, a ser tan feliz como yo?
Te habría matado, mi emoción, mi tormenta de felicidad te habría ahogado y yo solo habría perecido por la pena de verte así.
El hecho que las cosas se hayan marchitado en tan poco tiempo, significó que se resolvieron.
A veces es necesario cortar la pierna entera para detener la gangrena, así de siempre.
Hoy comprendí que simplemente pasó.
Como el mar que trae y se lleva la arena en la playa, así fue como nuestro amor corto, como las lluvias en verano, se terminó dejando el rastro de la mejor de las felicidades.
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