The Begining: Futari No Kimochi
Once de la noche, las ventanas estaban cerradas. A pesar de todo el ambiente estaba congelado, detenido en el tiempo y traía consigo una sensación de opresión que a penas dejaba caminar. Noelle estaba observando los cuadros abstractos, colgados en la pared crema de la pequeña habitación, mientras acariciaba la almohada. Desde la sala, pudo escuchar Dont Explain de Damien Rice junto con Lisa Hannigan y se sonrió a sí misma "Laurence se está esforzando" pensó mirando hacia los cuadros "Quizás demasiado".
Él entró y la observó unos segundos en silencio, observó su blusa que la hacía parecer una colegiala (como si no lo fuera), el collar de cruz y el cabello amarrado, dejando un mechón caer encima de su mejilla izquierda.
Había estado saboreándose mentalmente durante el recorrido, esperando a que Noelle dijera que sí y que todo surgiera por arte de magia y entonces...
Pero las cosas se habían detenido.
Observándola sentada encima de su lecho, con su ser perfumado, su cabello recogido y su mirada de inocencia debajo de la tenue luz... Todo su apetito se desvaneció y solo pudo sentir miedo, miedo y ternura por aquella joven que lo había hecho cambiar tanto en los últimos años.
Noelle lo miró, dedicándole una pequeña sonrisa.
Noelle lo miró, dedicándole una pequeña sonrisa.
Laurence se acercó y se sentó a su lado. Los ojos enormes de ella brillaban con más intensidad esa noche, se volvió evidente el hecho que su miedo sobrepasaba al de él. Iba a decir algo, pero se mantuvo quieta y él le quitó el gancho que le sujetaba el cabello en un segundo. Su cabello corto cayó a los costados de su rostro, su boca estaba abierta sin emitir sonido alguno y sus manos temblando ligeramente. Laurence cogió con su inestable mano la tela que cubría el hombro de Noelle y lo bajó con suavidad, sin estar seguro de lo que hacía.
Pudo sentir como a ella se le erizaba la piel... y le contagiaba la sensación.
-Laurence...
-¿Me detengo?
-No... pero...
-Noelle, tu trazas los límites. No quiero hacerte pasar un mal rato.
-Entonces... sigue.
Laurence la miró, la miró a ella y a su hombro desnudo, al brazo de su corpiño de encaje blanco y sus ojos brillantes.
Lentamente, sin dejar de temblar ni sentir escalofríos logró dejar a Noelle descubierta, indefensa. Con los brazos desnudos y una sonrisa satisfecha pero casi invisible en el rostro.
Cuando ella lo sintió encima como si el mundo se hubiera reclinado, el corazón le dio un vuelco tan grande que la mente se le puso en blanco.
Y tal como lo habían pensando hacía ya muchos años...
Todo nació esa noche.
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