martes, 19 de enero de 2010

Medidas Drásticas

Y así como un hombre casado, aburrido de su monótona vida va a un prostíbulo para divertirse por unos pocos centavos, Kohana había acudido a Seiki, un viejo amigo que siempre había aparentado gran interés.
No estaba muy consciente de lo que estaba haciendo pero la verdad, era lo único que se le podía ocurrir. La idea había estado molestándola continuamente antes de dormir, causándole insomnios tormentosos... finalmente, vería si esta era la solución.
Seiki la miró desde las sombras, con los ojos entrecerrados, pensando cautelosamente en algo que Kohana no podía adivinar. Le preguntó a qué se debía su visita, con voz cordial y baja. Ella le respondió que quería visitarlo. Seiki salió de entre la tiniebla con los brazos cruzados, con su misteriosa elegencia de siempre, sonriendo en silencio.

-¿Te acuerdas?- preguntó Kohana sin mirarlo. -¿Recuerdas lo que me dijiste hace mucho tiempo?
Seiki movió la cabeza pensativo y asintió.
-Sí lo recuerdo.

Kohana tomó un poco de aire y lo miró fijamente
-Hoy estoy aquí por eso.
Seiki se vio asombrado ante la petición de Kohana y sonrió nuevamente.
-¿De verdad quieres eso?- y se acercó con pasos silenciosos -¿Por qué tan súbitamente?
-Me siento mal- respondió la chica sin moverse. -Siempre dijiste que podía venir a ti si ocurría.
Seiki soltó una carcajada. Se acercó al oído de Kohana sin que ésta de diera cuenta y cuando ella sintió sus tibias manos en los hombros, dio un respingo.
-Y quieres que te haga sentir feliz... ¿No es así?
Kohana miró hacia el suelo, sin estar segura aún de lo que hacía.
-En esta situación, ahora mismo... es lo que creo que debes de hacer, pero...
-Olvídalo, Kohana- susurró Seiki, cortante -Tienes que olvidarte de su nombre y de su existencia si no jamás funcionará.
Kohana ahogó un sollozo y cogió las manos del joven que aún no soltaban sus hombros, apretándolas con fuerza.
Dio una vuelta y se hundió en los brazos de Seiki que la estrecharon con fuerza. Lo besó y él se lo devolvió con fuerza feroz, haciéndola retroceder. La cogió por la espalda para atraerla hacia él, dominado por la exitación que la misteriosa y silenciosa joven despertaba en él.
Kohana enredó sus dedos en los finos cabellos de Seiki y entonces, en una fracción de segundo lo soltó y se cubrió la boca, jadeando con disimulo.
Pero él no la había soltado y le preguntó que le pasaba.


-Perdóname Seiki- dijo ella con voz quebrada, hundida en sus lágrimas -Perdóname, por favor.
Seiki la miró, conmovido ante como Kohana se había roto en miles de pedazos. Ahí mismo, frente a sus propios ojos.
La joven lo abrazó, dudosa aún de lo que hacía y Seiki la abrazó también.
-No funcionará, Kohana- dijo él cerrando los ojos -No puedes escapar así de todo esto.
-¿Que voy a hacer, Seiki?- preguntó ella, con la voz opacada por las lágrimas, empapando el pecho del joven -Estoy... estoy perdida... ya no se que es lo correcto y que no, ya no... no se que debo de hacer.
-No te fuerces a hacer cosas que no quieres- respondió él tranquilamente -Tú sentirás que es lo correcto y que es no. Si de verdad piensas que te hará bien, pues haslo.
Kohana miró a Seiki y le dedicó una sonrisa.
-Perdóname- dijo, finalmente.
-Se valiente, Kohana- susurró el chico poniéndole un mechón detrás de la oreja -Se valiente.

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