¿Por qué me duele mirarte, Paula? ¿Por qué tienes que ser así? Y aunque se que nunca me vas a responder, siempre voy a preguntarte una serie de cosas que detestas. Y lo se porque estás acostumbrada a otra clase de hombre.
No soy el único que lo sabe, lo aprendí, tragándome la información de una manera dolorosa y nunca te diste cuenta. Cuando estaba ciego te llamaba ángel, te llamaba diosa, te llamaba musa y mi poesía, mi todo.
Sigues siendo mi todo, Paula.
Pero de ángel no te queda ni una pluma, de diosa no te queda ninguna luz y musa... musa sigues siendo.
Paula la bella.
Paula mi hermosa.
Paula, la puta perfecta.
Cómo no pensar en tí con tu traje de pagana, de infame pecadora que hasta Dios te debe de odiar y el diablo fantasear contigo. Fantasear con tu anatomía perfecta, tu cuerpo que es una maldición encarnada y que hace que mi cerebro explote, que mis hormonas se quemen vivas y que mis noches de insomnio duren más de lo que usualmente duran.
Todo Lima te codicia, Paula mía. Cada policía que te ve caminar y te dice buenos días, cada ejecutivo que te come viva por detrás de sus gafas negras, cada universitario con los horarios estrujados y la cabeza explotando de fantasías sexuales contigo, cada viejo de traje elegante.
Y entre esa multitud de hombres creativos, de depravados, de santos reprimidos... me encuentro yo. Tu espectador más fiel, tu consuelo, tu juguete favorito.
Porque vienes y me miras con tus ojos ardientes de gata en celo, tu cabello aromático y adictivo como el licor, tu cuerpo voluminoso, curvo... tentación pura.
En el fondo eres solo una niña, Paula, hermosa mujer. Mujer fatal. MI mujer fatal.
Pero quizás todo esto si tiene un problema.
Nadie sabe tu secreto ¿Verdad, Paula mía?
Que cuando aún vivías en una infancia incompleta te gustaban los camiones.
Jugar al fútbol con el alcohólico de tu padre y proteger a tu hermana menor que murió de leucemia antes de llegar a la adolescencia.
Escupías porque tu papá te obligaba.
Usabas pantalones, jugabas a los Power Rangers y mirabas fútbol aunque lo odiabas con todo tu alma. Querías los vestidos de tu hermana, sus ganchos, sus muñecas...
Esos días en los que meabas de pie.
Yo te conozco Paula.
Por eso me duele mirarte.
Por eso tienes que ser así.
No soy el único que lo sabe, lo aprendí, tragándome la información de una manera dolorosa y nunca te diste cuenta. Cuando estaba ciego te llamaba ángel, te llamaba diosa, te llamaba musa y mi poesía, mi todo.
Sigues siendo mi todo, Paula.
Pero de ángel no te queda ni una pluma, de diosa no te queda ninguna luz y musa... musa sigues siendo.
Paula la bella.
Paula mi hermosa.
Paula, la puta perfecta.
Cómo no pensar en tí con tu traje de pagana, de infame pecadora que hasta Dios te debe de odiar y el diablo fantasear contigo. Fantasear con tu anatomía perfecta, tu cuerpo que es una maldición encarnada y que hace que mi cerebro explote, que mis hormonas se quemen vivas y que mis noches de insomnio duren más de lo que usualmente duran.
Todo Lima te codicia, Paula mía. Cada policía que te ve caminar y te dice buenos días, cada ejecutivo que te come viva por detrás de sus gafas negras, cada universitario con los horarios estrujados y la cabeza explotando de fantasías sexuales contigo, cada viejo de traje elegante.
Y entre esa multitud de hombres creativos, de depravados, de santos reprimidos... me encuentro yo. Tu espectador más fiel, tu consuelo, tu juguete favorito.
Porque vienes y me miras con tus ojos ardientes de gata en celo, tu cabello aromático y adictivo como el licor, tu cuerpo voluminoso, curvo... tentación pura.
En el fondo eres solo una niña, Paula, hermosa mujer. Mujer fatal. MI mujer fatal.
Pero quizás todo esto si tiene un problema.
Nadie sabe tu secreto ¿Verdad, Paula mía?
Que cuando aún vivías en una infancia incompleta te gustaban los camiones.
Jugar al fútbol con el alcohólico de tu padre y proteger a tu hermana menor que murió de leucemia antes de llegar a la adolescencia.
Escupías porque tu papá te obligaba.
Usabas pantalones, jugabas a los Power Rangers y mirabas fútbol aunque lo odiabas con todo tu alma. Querías los vestidos de tu hermana, sus ganchos, sus muñecas...
Esos días en los que meabas de pie.
Yo te conozco Paula.
Por eso me duele mirarte.
Por eso tienes que ser así.
1 comentario:
eso acaso no se relaciona con lo que me contaste acerca de un amigo tuyo?
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