sábado, 8 de mayo de 2010

Thomas

Thomas era un alumno ciertamente peculiar. En especial para éste profesor. Preguntaba demasiado y sus notas no llegaban a ningún lado. La verdad es que era inaceptable, ya llamarían a sus padres, esa misma noche le dirían a la mamá de Thomas que el niño era un desastre.
[...] Y esa misma noche ella llegó, dialogó con el profesor por unos minutos y decidió retirarse con su hijo, diciendo que ya no los necesitaba. Ella le enseñaría lo necesario y punto final. Pobre mujer, se decían los profesores, menudo inútil le saldrá su hijo.
Así que la mamá de Thomas se lo llevó a casa y el niño comenzó a preguntar de nuevo, preguntar sin parar. ¿Por qué nos vemos? ¿Por qué respiramos? ¿Por qué el sol brilla? ¿Por qué tenemos frío?
Thomas crecía y sus preguntas se iban volviendo cada vez más complejas.
¿Por qué si el aire es practicamente agua, nos ahogamos cuando caemos al mar? ¿Por qué si nos ahogamos en el agua, no morimos cuando lloramos? ¿Por qué siempre nos proponemos cosas que sabemos que no vamos a cumplir?
¿Por qué hay libros de leyes si la gente se contenta con una Biblia que nunca leen?
¿Cuando los niños se vuelven asesinos, también decimos que son milagros?
¿Por qué nos hacemos llamar raza superior cuando nos portamos como animales?
Y su madre le sonreía y trataba de responderle inclusive lo que ya no tiene ni explicación, con tal de saciar las dudas de su hijo.
Más allá, en el colegio, todos sus compañeros decían que iba a ser todo un inútil.

Muchos años después, Thomas patentó más de mil inventos y ahora lo conocemos como el hombre que descubrió la electricidad.

(Thomas Edison)

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