Pronto me voy dando cuenta que tengo el mal hábito de decirme que todo va a estar, estés por aquí o te vayas, que camines hasta tu casa o que un carro te atropelle tan fuerte que llegues hasta la puerta.
Me derrito, esa es la palabra.
Me sonrío, pienso por primera vez en mi vida en qué contestar y tengo visiones aterradoras de un futuro que no está ni marcado ni tiene la menor idea de cómo va a ser.
De alguna mas manera las cosas tienen una nueva perspectiva cuando me pongo a analizar lo mucho que me haces sonreír con una palabra. No importa si es buena, si es mala, si está bien escrita o si parece que la hubiera escrito un niño de primer grado.
Lo único que deseo ahora es un té bien caliente, un chocolate y ponerme a saltar como una desquiciada por todo el lugar. La verdad es que me haces feliz, hay que admitirlo.
No necesito oxígeno con olor a fresas ni pervertir extraños para sentirme a gusto con todo y sonreírme antes de dormir.
Cómo te quiero, maldita sea.
Detesto la forma tan real en la que te quiero.
Req.
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