viernes, 21 de mayo de 2010

Somos Del Colegio Cristiano

A tan solo un par de años de despedirse del colegio para siempre, los buenos muchachos del colegio cristiano se dedican a tomar Vodka hasta que la cabeza les de vueltas y confunden a sus mejores amigos con los postes y las cabinas de teléfonos que contienen más gérmenes que baranda de micro. A solo un par de años de despedirse del colegio para siempre y regresar meses después para ver como están todos, las niñas buenas del colegio cristiano, amigos de los buenos muchachos, terminaban con el brazo lleno de números telefónicos todos los fines de semana, taconeando por pisos sucios de alguna discoteca lejos de casa, donde mami no las mira, donde están entre amigos, entre familia y entre malos hábitos que se olvidan durante la reflexión todos los días por la mañana o en la misa los domingos.
Somos los buenos alumnos del colegio cristiano. Nos conocen en todo Lima, en las familias prestigiadas que son decentes y en las que no lo son. Comentan de nosotros por muchos lugares, de nuestras caídas cuando andábamos con el alcohol encima, de lo amarillento de nuestros dientes porque ya fumamos como chimeneas y que nuestras notas no alcanzan lo que deberían pero para eso las carpetas incómodas de nuestro colegio son de madera. Cualquiera puede escribir sobre madera con un lápiz, es un truco útil, una trampa de primaria... nosotros ya no nos copiamos directamente de los cuadernos. Eso es de niños, de niños malos.
Los buenos muchachos del colegio cristiano se rehusan a irse a prostíbulos y burdeles porque su mamá va a sentirles el olor a perfume de mujer, porque no tienen plata ni tampoco el tiempo necesario. No quieren hacer la tarea de matemática entre sábanas. Las chicas correctas del colegio tampoco tienen ni tiempo, pero dinero no lo necesitan. De todos modos, siempre consiguen a alguien que les pague lo que necesitan, si no es su papi, es el novio que era el mejor amigo del ex-novio. Novelas que suceden solo entre nosotros, los buenos alumnos del colegio cristiano.
Conocemos a casi todos los estudiantes de los colegios que pagan más que el nuestro. Nos hacemos sus amigos, damos nuestros números, los invitamos a nuestras fiestas y terminamos tomando del mismo vaso. Será muy útil, murmuran todos, nunca sabrás cuando necesites un buen contacto en éstos días.
Entre nosotros sabemos hablar inglés, francés, alemán y uno que otro sabe orar en latín. Somos los buenos alumnos, somos brillantes, inteligentísimos y nos creemos con el derecho de dormir en clase porque somos privilegiados. ¿Tenemos más neuronas que el resto? Perdemos el tiempo en los cursos en los que fallamos y escribimos cartas en los cursos que aprobamos porque así lo queremos.
Si no fuéramos tan necios, seríamos los buenos e inteligentes alumnos del colegio cristiano. Los buenos muchachos se dedican a tomar Vodka de la mejor calidad en sus dos últimos años y sus compañeras de clase comen lechugas todo el día para mejorar la figura.
Todavía confuden postes con amigos y ellas confunden a gustos de fin de semana con amores eternos.
Somos los del colegio cristiano, los que conocen a todo el mundo y que son conocidos de la misma manera. Los que oramos los Domingos.
Los que ya no se consideran niños.
Más siguen actuando como tal.

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