lunes, 3 de mayo de 2010

Tennebrae

"Cuando comienzas a usar a las personas para tu propio
entretenimiento, te das cuenta que los valores morales que te enseñaron de
pequeño, de nada sirvieron"

Han pasado varias horas y yo sigo lejos de casa. Ya se deben de haber dado cuenta que no estoy durmiendo, no falta mucho para que llamen a la policía, para que hagan un barullo. Otra vez. Hace un frío que me cala los huesos, estoy más pálida que nunca, el maquillaje se me ha corrido un poco por los ojos, tengo la boca amarga y me pesa todo el cuerpo. Me duele la espalda y aunque las ventanas del auto estén cerradas tengo un frío que me hiela los pies. Él está durmiendo en el asiento del copiloto, tranquilamente, sin roncar, como si nada hubiera ocurrido.
Van a ser las tres de la mañana y el aire es gélido, adentro del auto huele dulce, ya no hay rastros del cigarro, huele a licor. Pero las botellas de vidrio están cerca del acelerador o tiradas allá... en la oscuridad del bosque. El auto es negro, está estacionado lejos de casa, cerca de la carretera, entre árboles horrorosos. Todo es estratégico, todo ha sido planeado. Todo es mi culpa, nuestra culpa... y tengo miedo, de no saber cómo regresar a casa. ¿A que hora? ¿Mañana? ¿Cuando nos encuentren? ¿Cuando recordemos qué camino tomar... o cómo manejar?
Hace un frío del demonio y he comenzado a temblar. Él se despierta con el castañeo de mis dientes, me pregunta cual es mi problema, me pregunta si no me he divertido. ¿Qué tienes? ¿No hemos pasado un buen rato? ¿No te gusta estar aquí? ¿No es esto, lo que hemos planeado? Y no, no quiero que me mires con tus ojos muertos, con tus ojeras y tu aliento a alcohol y cigarros baratos. ¡No me toques! No... por favor... ya no me toques.
El vidrio de las ventanas tiene las marcas de mi mano, porque llegamos con un propósito, porque lo planeamos, sí, sí, tienes razón, pero no, no me toques, ya no, no ahora. No quiero. Ya no quiero. Encendió la radio y se abalanzó sobre el asiento trasero, sobre mí, sobre el cuero roto y viejo. Me tendió la botella, le di una calada al cigarro. Solo esta noche, esta noche, Cielo. Solo esta noche... y regresaremos a casa. Me arrancó todo lo que traía puesto, me dejó las muñecas moradas, los pies fríos, los labios manchados. El alma enferma, porque sí, porque yo no hago ésto, me duele, me haces daño.. pero no te detengo... porque todo lo hemos planeado.
¿De verdad, Cielo? ¿Tienes frío? Que pena, porque mi abrigo no abriga casi nada. Jaja, que contradicción, ven Cielo, acércate más.
Cuando todo dio vueltas, él estaba ahí, aprovechándose de mi debilidad, de las botellas vacías, de lo frío del bosque. Me ayudó a escapar de casa, nos fuimos en el auto a toda velocidad.
Tres de la mañana y el frío me cala los huesos. Quiero que mi mamá venga a darme un abrazo, quiero dormir en mi cama, no en el asiento trasero del auto, quiero mis mantas, no tu abrigo de mierda que no abriga nada. Contradicciones, no me jodas... no, no me toques.
No te puedo pedir que me lleves a casa porque estás borracho, porque estamos borrachos. Porque mi cabello huele a cigarro, mi piel huele a él, a su colonia, a su maldito auto, a madrugada fuera de casa.
Comienzo a llorar porque no me queda de otra. Y él me pregunta porqué lloro, se pone violento, no Dios mío, que no se ponga violento... no ahora. No, no me toques. Me dice que cual es mi problema, que si no estoy feliz, que si quiero volver a casa...
Pero si conduces hasta casa nos sacamos la mierda, imbécil.
Eso es lo que eres, un imbécil. Estoy en el auto de un imbécil. Y este frío bastardo no me deja pensar, se me cierra el pecho, ya no escucho a nadie, me estoy asfixiando, imbécil, déjame salir y no me toques.
No, no sé a donde voy a ir, no me lo preguntes.
Tres de la mañana, a un lado de la carretera.
Yo solo quiero irme a casa.

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