jueves, 25 de junio de 2009

Vidrios

Una noche me miraba al espejo, sin admiración ni sorpresa. Toqué el reflejo con los dedos y entonces la chica que estaba al otro lado me sonrió, sin que yo hiciera otra cosa que mirarla.
Fue una sonrisa de malicia y al mismo tiempo inocencia.
En tan solo un momento me encontré metida en un lugar que no conocía. Entonces miré al espejo y mi reflejo me sonrió nuevamente, luego desapareció por la puerta de mi habitación.
La otra Barbara, la que había vivido al otro lado del espejo todo este tiempo, salió de él finalmente.
Mi otro lado, harto de verme sufrir de una manera tan tediosa iba a ponerle fin a todo, iba a "hacer todo por mí" y resolver los problemas. Y yo entré en pánico.
La vi dormir en cama, despertarse y hablar con mis amigos.
La vi hablarte, sonreírse mientras lo hacía y finalmente, invitándote a salir a algún lado a matar el tiempo.
Y la odié profundamente.
Logró su cometido, te vio, te saludó y toda una tarde charla terminó en un abrazo.
Yo miraba desde el otro lado de un vidrio que ellos no veían, gritando que no era justo, que parara de abrazarte, que no le correspondía aquel mundo.
Lágrimas me caían del rostro y lloraba amargamente sin pausa, porque esa impostora gozaba de todo lo que yo no podía, al ser ambas tan opuestas.
Su rostro se reflejó en tus ojos, sonreíste y entonces te escuché:

-Por un momento... podría afirmar que no eres tú.

Y el vidrio que me separaba de mi mundo se hizo añicos, dejando pasar. La impostora desapareció, volviéndose polvo y yo corrí a abrazarte, a llorar en tus brazos y a darte las gracias por todo, por reconocerme, por ser tan leal y tan perfecto.
No me dijiste nada.
Me abrazaste.
Y yo lloré en ti, sabiendo que todo era real.
Tú eras real.
El momento.... era real.

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