El problema no era lo que creías. El problema no era que estuviéramos en aquella habitación, en el quinto piso de un hotel en París, a la mitad de la noche.
Que nos hayamos fugado de una realidad que no complace y ahora estuviésemos ahogándonos en un mar de placeres y vino tinto.
En tu boca es mas dulce y tu piel embriaga más que cualquier licor.
Más que el tequila en nuestras noches en Mexico, más que el Vodka en nuestros atardeceres en Moscú y más que el pisco en nuestros días en Perú.
Pero esta noche parisina solo tenemos mente para nosotros. Tus manos queman y producen electricidad que produce descargas, y éstas solo terminan en gemidos. Me gusta como brillan tus ojos porque combinan con la belleza de Paris. Por la ventana veo la torre Eifel que es muda testigo de la escena asfixiante en la que participamos.Me cojo de las sábanas y no hay a donde ir. Me susurras palabras en francés que leíste en algún lado y a pesar de no entenderte sigues sonando seductor y voraz. De repente puedo oler tu cabello y no está tan mal, te sostienes del mío e ignoro todo lo demás.
Solo quiero sigas donde estás.
Me manejas como muñeca de trapo pero no me puedo quejar. Porque eres un titiritero espléndido y siento que no puedo respirar. Tus manos se pegan a las mías y siento que me fusiono contigo.
En este lecho que se ha vuelto tan maléfico, pecaminoso y mágico.
Es nuestra noche de París.
Otra noche donde recorres mi cuello y te saboreas.
Entre recuerdos de vino, café y piel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario