sábado, 19 de marzo de 2011

Vivo Un Sábado

Escucho música experimental, cierro los ojos y siento que estoy flotando sin necesidad de alucinógenos. Ha sido un día agotador, aunque no haya desaparecido de casa por la noche como la semana pasada ni haya terminado hablando de Hitler con la lengua trabada por líquidos exóticos. Me duelen las extremidades porque he subido el nivel, ahora no solo corro por las mañanas cuando todo está azul, ahora me entreno brutalmente porque sé que me hace sentir bien. Quién diría que esta vieja tortuga con miopía terminaría haciendo ejercicio, levantándose a horas donde lo correcto es dormir tibio entre las sábanas y escuchando música mientras se le agarrotan los viejos músculos. El dolor desaparecerá con los días, no hay nada como sentir que se te rompe el vientre después de unos buenos abdominales; sé lo que estoy haciendo, no me voy a morir, ya era hora que comenzara a hacer algo por mi salud y por mi bienestar psicológico.
Anoche tuve una decaída muy mala, lo admito, he estado revisando los dos poemas (si mal no recuerdo) de ayer y sí, estuve crítica, difícilmente puedo tragarme las cosas por siempre, jamás dejaré de ser esa persona que tiene días tenebrosamente lúgubres. Como ya les dije, la depresión ha desaparecido y ahora solo sufro compases cortos de pena, nada que me mate, nada que me haga retroceder.
Poco a poco estoy intentando cerrar heridas viejas y dudas pasadas. Ojalá pudiera ver las cosas tan claras como en las fotografías que tomé hoy día por la reunión que tuve con Ana por su cumpleaños. Es bueno que hayamos tenido un final feliz, no solo en la película animada que vimos en mi sala, si no en nuestro día en general. Los años pasan muy rápido, las personas cambiamos y nos volvemos mejores, peores o aburridamente iguales. Recién siento ese adormecimiento de haber estado estornudando todo el día.
Heme aquí, pues. Escribiendo un sábado por la noche en mi blog, dejando en pausa esa película tan común y cliché de los adolescentes marihuaneros y excitados que viajan lejos de la ciudad para ser libres en su estupidez y terminan en la casa de un psicópata brutal que los cuelga en ganchos. Felizmente no he llegado ni a la primera escena sangrienta, a penas alguien se disparó en la cabeza y ya me pareció aburrido, quizás es la tirria que me causan las películas violentas.
Vivo en un mundo lleno de cosas más reales, prefiero leer la vida de Leatherface en Wikipedia y no estar viendo éstas películas gringas de mal gusto que disfruta la gente enferma adicta a las torturas.
No esperen que apoye la violencia, el gore y la degeneración cibernética, me parece desagradable y siempre lo hará.
Esta noche también una amiga descubrió algo triste de su relación, pero curiosamente la pena no la invade. Es más, planea terminar todo porque, como yo dije antes, "las hormonas no tienen sentimientos". Lo que más me hace pensar de esa situación, es que por lo menos hay una buena razón para tirarlo todo por la ventana hacia el camión de basura más cercano.
Ignoren esos escupitajos, chispazos melancólicos que tengo de vez en cuando, ya saben mi historia, ya saben que me demoro en tragar lo intragable. Blabla, estoy divagando.
Voy a dormir porque mañana tengo una tarea de matemática que hacer, un sombrero de cocina que comprar para hacer muffins el lunes por la mañana y un largo camino en el mundo de los sueños.
Hoy mi sobrino de 12 años tuvo su primer quincianero y yo solo pude quedarme sin aire mientras lo veía partir como todo un hombrecito. Me sentí vieja, cansada, llena de experiencias carentes a ojos de mis padres.
Buenas noches a todos.
Abrazos Bohemios,
Req.

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