jueves, 3 de marzo de 2011

Día 3

Aún no sé el nombre de mi enfermera, pero por el momento me gustaría llamarla Connie. Verán, yo no tengo una buena relación con las personas relacionadas a la medicina, la mayoría cree que tengo un serio problema mental, algo como sociopatía y que soy un peligro y lo mejór sería doparme en vez de interactuar. Quizás exagero. Connie me trata con una naturalidad dulce que no tiene manera de expresarse, cada vez que llego a la sala de rehabilitación y terapias, busco sus zapatos (las famosas y cómodas crocs plásticas) debajo de las cortinas donde se trata a cada paciente y luego le entrego ese ticket arrugado que me da la señorita de la recepción. Mis terapias no duran más de media hora, a veces un poco menos, la verdad es que allá adentro pierdo toda la noción del tiempo. Volvamos con Connie.
Connie me hace recordar a la esposa de mi profesor de violín, tienen el cabello parecido y una expresión facial muy dulce. Pero entre estas dos mujeres, debo de admitir que he interactuado más con Connie que con la mujer del violinista. Tiene el cabello negro, una sonrisa muy bonita que me inspira confianza (a diferencia de las de propagandas de Colgate que me espantan por su sentido comecial) y unas manos milagrosas. Los masajes que me hace después de los trapos calientes y todo lo demás son sinceramente angelicales, parece que mi problema de contracción cervical estará resuelto después de éstos diez días.
Ajá ¡Pero ése es el problema! Solamente diez días visitando a Connie y a sus crocs celeste-enfermera. Me da mucha pena pensar que no tendré que regresar después del colegio. La rehabilitación me está poniendo de buen humor ¿O será un efecto secundario de haber pasado meses difíciles de vacaciones? Estamos de flojos en el colegio, aún las clases no se ponen duras e infernales. Aún.
Regresé a pie del colegio con Melissa después de mucho tiempo. Luego que descubriera los chocolates que Laurence me regaló en una de nuestras secretas reuniones en donde Melissa nos ayudaba, mi mamá mira a mi querida amiga con mucha desconfianza. Pero tiempos pasados son tiempos pasados y honestamente me parece una amistad que quisiera conservar de por vida. Uno no consigue amigos retorcidos y orates así por más, tienes que tener una suerte única.
Me duelen aún los pies porque yo soy prácticamente un vegetal, solamente camino dentro de mi casa para buscar alimento y cobijo. Los días se pasan rápido en el colegio, no tengo casi nada de qué quejarme, solamente el mamarracho que han hecho con la estructura educacional. Exámenes, pruebas, calificaciones, registros y comedores que nunca llegaron, han sido mezclados en una sopa espesa de confusión y ahora ni siquiera sé qué estudiar ni cómo hacerlo. Fatal. Con el tiempo, creo yo que todo tomará rumbo propio, así como hacemos todos después de tiempos mezclados.
Me sigo desviando del tema. Connie es una enfermera (le digo enfermera porque no sé si su profesión tiene otro nombre, no se lo he preguntado) fenomenal, si yo fuera una anciana rodeada de libros en una mansión con puertas secretas, la llamaría a ella para que me cuide hasta el final de mis decrépitos días. Hoy día le conté que gané concursos a nivel nacional (sí, casi todos los escritores somos algo narcisistas muy en el fondo) y que el libro que estaba leyendo (Galloso: Gran talento) se ponía mejor con cada día.
"Entonces tú no lees a Bayly" me dijo riendo y yo no pude hacer otra cosa que idolatrar sus palabras. ¡Por fin! ¡Por fin alguien en éste mundo parece comprender mi posición! Le comenté una que otra cosa sobre mi posición acerca de él y su novia y luego nos despedimos. Mañana regreso, el sábado también. Estoy muy feliz de ir a rehabilitación; definitivamente ÚTIL.

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