Hoy día logré herirme solo para saber si aún puedo sentir algo. Observaba por la ventana hasta que decidí salir del salón, me rodé por las escaleras de un resbalón, pero no sentí dolor. Fui entonces hasta la terraza y salté cuatro metros abajo hacia el huerto del colegio, quizás me rompí las piernas o me clavé una flor en el brazo, pero no sentí dolor alguno.
Fui a la sala de arte a echarme pintura encima, acrílicos entraron por mis ojos sin vida, pero no sentí ardor alguno. Sabía amargo, absurdo, pero no habían molestias.
Fui a la sala de arte a echarme pintura encima, acrílicos entraron por mis ojos sin vida, pero no sentí ardor alguno. Sabía amargo, absurdo, pero no habían molestias.
Abajo los niños se burlaron de mi apariencia, pero no me molesté.
Hoy día corrí por la calle con mi uniforme arrugado, mis pulmones reventaban, pero no había dolor, mi garganta se cerraba, mi corazón se salía por la tráquea, pero no había dolor. Esperé sentada en el borde de la vereda, pasó un chico con lentes negros en una bicicleta y me gritó malas palabras después de arrollarme con ella. Tenía huellas de llantas en la blusa, pero no sentí dolor alguno.
Caminé hacia la puerta de mi casa, un grupo de colegiales pasaron cerca mío, cuatro amigas y una pareja en toqueteos, esperé a las ironías de la vida, pero no hubo dolor. Entré y dejé que mi mamá me gritara por estar mugrienta, pero no lo hice y no me dolió la frutración de mis planes.
Guardé entonces mi violín con un candado y arrojé la llave por la ventana.
Hice una pila con mis libros favoritos y los quemé junto con la última botella de alcohol que me quedaba.
Cogí mis cuadernos de poemas y arrugándolos con las manos, los arrojé a la basura.
Rompí mis discos de música clásica en dos.
Mastiqué amargamente las velas de mis cumpleaños pasados hasta que se quebraron mis dientes.
Rompí vidrios y caminé descalza por encima como si no los pudiera ver.
Rompí vidrios y caminé descalza por encima como si no los pudiera ver.
Arranqué las teclas de mi piano hasta que no quedó ni una sola entera.
Apagué la vela de esa abuela a la cual jamás le hablé.
Hoy día me logré herirme solo para saber si aún puedo sentir algo. Destruí mi mundo en cuestión de horas y no sentía nada, soy un vacío que camina, soy una silueta sin rostro, sin cuerpo, no tengo nada, he perdido la habilidad de la actuación.
Me miré en el espejo al final del día y entonces fue que me atacó el miedo, la agonía llegaba después de tanta búsqueda.
Rompiendo todo en cristales diminutos, me eché a llorar.
Solamente en mi vida, lo más hermoso se transforma en una pesadilla.
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