Estaba esperando a que mi mamá saliera de comprar. Esperaba cerca de la puerta del centro comercial cuando de repente vi a una niña flaquita, con lentes y frenos en los dientes que tenía la cabeza apoyada en ambas manos, temblaba un poco, usaba zapatillas azules y ropa de colores suaves.
Ese "no-se-qué" maternal que tengo dentro me obligó a acercarme.
-¿Estás bien?- le pregunté -¿Qué pasa?Me miró con sus ojos vidriosos ocultos tras las gafas y estalló en un sollozo desgarrador. Me hizo acordar mucho a cómo lloro yo, siempre reprimiendo todo hasta ya no poder. Me senté a su lado e imploré que mi madre se demorara.
Esa pequeña tenía como máximo quince años. Mi corazón se encogió por debajo de la ropa y de la piel, sentí que mis ojos mismos se llenaban de lágrimas y la abracé sin cerrar los ojos, ella se aferró y siguió llorando.-No es justo...- me dijo temblorosa, limpiandose la cara con
las manos -Íbamos a durar para toda la vida ¿Por qué me hizo eso?¡Nos queríamos!
-Tranquila, respira, respira.-Pero me duele ¡Me duele muchísimo!-No dejes que te deje una cicatriz- le dije -Llora hoy día,
pero no lo hagas más en el futuro, no pienses en éste día nunca más.-No puedo.-Sí que puedes. Sé lo que te digo, tienes que ser muy fuerte, ese imbécilno sabe lo que se pierde.-¿Tu crees?-Estoy segurísima. Toma agua y regresa a tu casa, piensa queésto no es más que una pesadilla, no vuelvas a recordar este día.-¿Cómo sabes que va a funcionar?
Me limpié la cara porque me había puesto a llorar también.
-Porque he vivido 16 años haciéndolo y no estoy tan mal.
-¿Te han hecho daño también?
Mi mamá me llamó, me despedí y me fui. La dejé con la pregunta flotando en el aire, me sentí confundida, preguntándome porqué estas cosas solo me pasan a mi. Volteé para ver a la niña por última vez y ella solo me sonreía mientras se limpiaba la cara. Le devolví la sonrisa.
Me gustaría encontrarla en unos años y saber que funcionó, que es una mujer fuerte.
Que quizás llegó a ser más fuerte que yo.
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