-¡Breña! ¡A dirección!
Ese flaquito miope de apellido común se paró, tembloroso, mientras el chino Tang le hacía muecas de espanto. Qué raro, pensaba yo desde casa, qué raro que mi Horacio sea tan disciplinado, parece a veces que no tuviera mis rasgos rebeldes, que no hubiera sacado la fuerza que yo sí tenía en el colegio.
-Los papeles con las respuestas, estaban en tu carpeta.
-Me las pusieron ahí, miss.
-No te creo Breña, es imposible.
"Crea en lo que quiera creer, vieja puta" pensó mi hijo con su actitud de firmes "Crea en lo que carajo quiera creer"
-¿No me vas a decir nada?
-Que yo no fui y si usted cree lo contrario, no hay nada que yo pueda hacer.
-Te creo- dijo con un suspiro que solo las directoras saben dar -Vuelve a tu salón y dile a Tang que venga.
Mi hijo regresó y se encontró con el chino en la puerta del salón. Le contó lo sucedido, "Todo tal como lo planeamos, chino, te toca seguir con el plan" le dijo antes de despedirlo y así la tarde continuó.
Horacio se pasó la mano por el cabello enrulado y resopló, satisfecho, sonriente.
Entonces, saboreó, así como su madre lo hizo alguna vez, el sabor sencillo de mentir y ver cómo todo sale bien basado en una maldad de colegio.
2 comentarios:
Muy bueno, Req. Justo lo que te imaginabas y me contaste ayer.
Jeje -_-'
muy bueno :D
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