miércoles, 11 de mayo de 2011

Terrores I

"Siempre me preocupé en elegir los versos adecuados. En tirar hojas arrugadas a la basura cuando se infectaban de poemas sin sentido, yo los rayaba, los detestaba a muerte porque reflejaban frustración. No ha cambiado nada en los últimos años, sigo creyendo que escribir poemas es una terapia abstracta que se confunde con una disciplina, no tengo una definición para esos momentos en donde estoy escribiendo algo, solo puedo decir que desaparece toda esencia humana, todo rasgo de sangre, tipas, vísceras saliendo por todos lados, las cosas desaparecen más rápido de lo que me puedo imaginar. Cuando escribo siento que estoy cerrando los ojos, que no hay nadie a mi lado, que no existió una realidad alguna a la cual puedo pegarme en los momentos tristes, estoy yo y la sensación, la música, las palabras al aire y las ideas que vienen como sombras y acaban como seres que jamás se van a ir.
Cadáveres que algún día van a resucitar, son ellos los que han vivido y siempre vivirán dentro de mi.
Soy un fantasma, soy un halo blanco que se mueve y se arrastra, una niebla que entra por las rendijas, las cerraduras de las puertas, no soy nada y al mismo tiempo formo parte de un algo que no tiene definición. Y sin embargo, después de tantos años, llego a pensar que quizás jamás di suficiente, jamás hice un poema que haya logrado satisfacerme por completo, todos son tan incompletos, algunos son tuertos, dedos incompletos, torsos, brazos partidos por la mitad, un caldero de cuerpos incompletos ¿He alguna vez dado a luz a un personaje que no haya muerto después de un tiempo? ¿Alguno de mis fetos ha sobrevivido después de salir de la matriz maltratada de mi mente?
No lo sé. Y quizás sea por eso que siempre siento esa pena que solo las madres que han perdido hijos pueden sentir, siento que me hubieran arrebatado al bebé que jamás tuve, al hijo de nombre extraño que de verdad jamás nombre, porque no existió, nadie ha existido jamás. 
Ahora que jamás he recibido tantas heridas de muerte, puedo ver mi rostro serio en los espejos y no reconocer quién está ahí. Me estoy llenando de oscuridad, poco a poco, los agujeros de mi espíritu se han abierto como grietas, como heridas de bala que se abren por una mano blanca y vomitan sangre, vomitan brea muerta, fluidos venenosos. Cada día cuando me abandonan las fuerzas, cuando ya no tengo ganas de concentrarme en escribir lo suficientemente bien, en ocultar mis temores, mis penas ridículas, ahí es cuando me lleno de una tiniebla fría, con olor a océano muerto, de sabores amargos y agrios, como las despedidas, como los inviernos solitarios y las celdas psiquiátricas. 
Cuando escribo quisiera plasmar cada mililitro de mi demencia hecha agua. Y no puedo. No puedo hacerlo, jamás he podido, todo está lo suficientemente mal como para ser quemado en una hoguera y entonces, la gente me diría Bárbara, qué estas haciendo, porqué estás llorando, porqué cada día sonríes menos.
Porque estoy incompleta, infeliz, insatisfecha, partida. 
Siempre lo he estado.
Quizás todo lo que he conocido hasta ahora, no ha sido más que un teatro macabro de mi mente"

1 comentario:

Gustavo dijo...

Somos cuerpos que cierto dia les dieron cuerda y lo lanzaron a andar por este mundo. Pero que jamas nadie les pregunto si realmente querian nacer o no