miércoles, 25 de mayo de 2011

Del Palo y la Astilla

A a la edad de 16, llamaron a mi hijo Horacio a la oficina de la directora. Estaban escuchando al Negro Céspedes recitar 'Masa' de Vallejo con su voz de terremoto, todo concentrado, casi cerrando los ojos. Sonó el teléfono entonces, Horacio sintió un horrible escalofrío por la nuca y ¡Bang!

-¡Breña! ¡A dirección!

Ese flaquito miope de apellido común se paró, tembloroso, mientras el chino Tang le hacía muecas de espanto. Qué raro, pensaba yo desde casa, qué raro que mi Horacio sea tan disciplinado, parece a veces que no tuviera mis rasgos rebeldes, que no hubiera sacado la fuerza que yo sí tenía en el colegio.


-Fue el chino Tang, señora- dijo Horacio, cabizbajo, en la oficina de la directora -Fue Tang con su gente y nadie más.
-Los papeles con las respuestas, estaban en tu carpeta.
-Me las pusieron ahí, miss.
-No te creo Breña, es imposible.

"Crea en lo que quiera creer, vieja puta" pensó mi hijo con su actitud de firmes "Crea en lo que carajo quiera creer"

-¿No me vas a decir nada?
-Que yo no fui y si usted cree lo contrario, no hay nada que yo pueda hacer.
-Te creo- dijo con un suspiro que solo las directoras saben dar -Vuelve a tu salón y dile a Tang que venga.

Mi hijo regresó y se encontró con el chino en la puerta del salón. Le contó lo sucedido, "Todo tal como lo planeamos, chino, te toca seguir con el plan" le dijo antes de despedirlo y así la tarde continuó.
Horacio se pasó la mano por el cabello enrulado y resopló, satisfecho, sonriente.
Entonces, saboreó, así como su madre lo hizo alguna vez, el sabor sencillo de mentir y ver cómo todo sale bien basado en una maldad de colegio.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy bueno, Req. Justo lo que te imaginabas y me contaste ayer.

James dijo...

Jeje -_-'
muy bueno :D