domingo, 8 de mayo de 2011

Mobscene

Hoy recordaba los días felices de los viejos tiempos. La Polaca venía corriendo en el primer autobús que cruzaba, mamá no estaba en casa, la vida parece algo tan brillante cuando tienes catorce, el bonito camino hacia el caos de la adolescencia. Abría la puerta con el miedo de saber que puede pasar de todo cuando los papás no estan en la casa, no sería la primera vez que cometía travesuras, recuerdo que medio año antes, la Polaca y yo pasamos una tarde extraña en casa de Selene, husmeando botellas olvidadas que me quemaron las entrañas, y si actué como una eufórica, fue más por el placer de saber que estaba haciendo algo malo que por el efecto de un vasito de alcohol.
Recuerdo que estaba triste o aburrida, que es lo mismo; una llamada me salvó la vida, la Polaca subió las escaleras y hablábamos en la sala hasta que el silencio envolvió esos sillones de fundas florales, ese tapiz rojo y esas paredes de madera.
Whisky, una rica y pequeña botella de whisky puro que la Polaca había traído directamente desde su hogar, qué felicidad, qué risa me dio todo aquello. Nos sentamos en el piso, una chupada cada una, así eran las cosas, habría que calcular bien, la Polaca podía terminarse todo si lo quería, pero el compartir era muy importante (es) en ese tiempo. Prendí la radio, puse Marilyn Manson a todo volumen, cositas oscuras y violentas. Hacíamos headbang y dábamos un trago y otro hasta que todo se acabó y me fui al bar de mi papá a hacer travesuras, a saquear el alcohol que parece guardar para el fin del mundo. Brandy, me quemó toda la traquea, las entrañas, me mataba de risa al lado de la Polaca al ritmo de Disposable Teens, de Mobscene, de la voz rasposa de Manson y de Bleeding Trough.
Puse una película algo antigua, "El Proyecto de la Bruja de Blair II" y tambaleándonos nos sentamos a observar, a reír de las escenas violentas, a hacer un headbang con cada escena rockanrolera. Los jóvenes buscando lo paranormal en un pueblo remoto, las torturas psicológicas, se van volviendo locos, matan a un grupo de turistas y ni siquiera se dan cuenta, yo me ocultaba de las escenas sangrientas y la Polaca reía sin parar con sus dientes blancos, sus pulmones momentáneamente limpios, sorbos y más sorbos, corrí a guardar el frío Brandy porque mamá había llegado.
Nos tiramos en el sofá a seguir viendo la película, como si nada hubiera ocurrido. Y ahora me río, porque cosas así, rodearon los inicios de mi caótica y mágica adolescencia.
Tengo la edad suficiente como para saber que no se puede jugar con el whisky y el metal.
A pesar de todo, cada cierto tiempo me llaman mis demonios.

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