La vida es hermosa. Eso es lo que dicen los carteles cuando ves la calle en el autobús, cuando todo está naranja y está atardeciendo, el color de la soledad y de los buenos recuerdos.
Lástima que ya no hayan buenos recuerdos. Sueños ridículos a la mitad del camino, ella te sonreía desde algún otro lado, sonreía como se lo enseñaste, de manera sincera ¿Te acuerdas? Apuesto a que sí. Te tomaba de la mano y prometió muchas cosas, prometió tanto que cada lazo de su corazón juró cumplir.
Todo está naranja, ella se pone de colores con cada atardecer que pensabas y re-pensabas, las olas moviéndose como si bailaran, el cielo oscureciéndose como si muriera de a pocos y ahora qué raro es pensar en la muerte, porque no te ha tocado como debería.
A ti no.
¿Te acuerdas cuando los tiempos estaban tan llenos de sueños? Apuesto a que sí. A que todo se vería claro y perfecto si no fuera porque lo has enterrado debajo de una fuerza absurda. Fuerza para seguir adelante, fuerza para mantenerte de pie, cómo puedes decir algo así si no tienes la menor idea de lo que es caerse de verdad. Todo es muy simple cuando eres el verdugo. Matar, arrancar, destruir, qué de difícil puede haber eso, qué superación ridícula puede haber en matar a alguien por días, semanas, años. Ella confió tanto que se le abrió el alma como un libro viejo, lleno de polillas, las arañas que mordisqueaban su espíritu salieron espantadas con tu luz y confió. Desnudarse no es sacarse la ropa, desnudarse es confiar todas tus ideas en alguien, digamos pues, que ella se desnudó solamente para ti, a límites raros, a límites inhumanos.
¿Te acuerdas entonces de los sueños? Hubo una vez, le contaste que habías soñado que un auto a atropellaba, creo que jamás te diste que cuenta que tú estabas manejando. Y con el paso del tiempo no hiciste más que levantar su cadáver, chuparle la energía, la felicidad que le quedaba y luego la hiciste trizas, literalmente, la cortaste en pedazos tan pequeños que nadie jamás la volvió a encontrar. Ni siquiera ella misma se volvió a encontrar.
Todo es naranja en los atardeceres. ¿Cómo puedes decir que todo saldrá bien? No entiendo, nadie entiende, todos se lamentan y te desean lo peor y ella solo quisiera cumplir sus promesas. Va a morir, va a morir muy triste porque jamás le permitiste lograr su cometido. Qué clase de héroe eres, qué príncipe absurdo besa con veneno a la mujer de la torre y espera a verla en su agonía desde un cristal. Qué clase de héroe te crees, qué buena obra ha quedado en el mundo de tus manos, hay un riego de sangre negra, casi brea que te sigue a donde vas y tu no lo sabes. Espero que estés orgulloso de tu persona, ojala seas tan feliz que jamás te acuerdes del desperdicio que dejaste atrás.
Un día de estos ella va a escribirte una carta con todo lo que siente desde el día en que clavaste el cuchillo a medias en su yugular.
Pasará escribiendo el resto de la eternidad.
Y las personas solo podrán decir, ojalá que sufras hasta que ella termine.
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