martes, 24 de mayo de 2011

Papá...

Voy a darle sus pastillas a mi papá con un vaso de agua. Está intentando solucionar un Sudoku sentando en su oficina, la luz amarilla de su lámpara ilumina el periódico de ayer, su despacho se ve más acogedor que de costumbre, pero a mi jamás me ha gustado. Solo me llaman a su despacho cuando me van a dar malas noticias, cuando toca que me griten por sacar malas notas o porque simplemente, ha llegado el momento de hablar de la vida. Mi papá siempre me ha querido enseñar de la vida, y yo desde pequeña, solo curioseaba a cerca de la muerte, qué paradojas las de la vida.
Le doy el vaso de agua. "Tus pastillas" le digo dejando las píldoras en la luna de vidrio. Sus manos ásperas de hombres viejo, sus dedos gordos y torpes las cogen y de un trago, toma sus medicinas, dado por terminado el ritual de todas las noches.
No suelo mirar a mi papá a los ojos, no sé si es por miedo a que se de cuenta de repente que su hija se ha vuelto una extraña, o a yo darme cuenta de algún signo de tristeza en su mirada. La únicas veces que lo hago es cuando me llama la atención, siéntate bien en la mesa, no agarres al perro mientras comes, déjate de cojudeces, no voy a aguantar estupideces.
Y yo veía esa mirada dura y que intentaba aparentar una falta de compasión increíble. Pero qué mas da ahora, que me voy a dormir después de darle sus pastillas y me pongo a pensar en lo que se oculta detrás de sus párpados arrugados. Son dos lúnulas negras y llenas de experiencia, me miran y parece que quisieran decirme, hija, no me dejes, te quiero tanto que no sé cómo decirlo, hija, eres mi hija, mi pequeño tesoro, por favor no te vayas.
Fue el año pasado, cuando pasamos meses sin hablarnos correctamente y a mi, con total frialdad, me dio igual todo lo que pudiese pasar. No contestaba más, hacía todo de mala gana, porqué me van a importar tus sentimientos si a ti no te importan los míos, papá ¿Quieres molestarte contigo? Adelante, yo lo haré contigo y si quieres no nos hablamos hasta la muerte, me da igual, todo me da igual, búscame y me encontrarás, eramos dos estúpidos jugando a la familia disfuncional porque somos muy orgullosos.
Papá y yo tenemos muchas diferencias. Yo recién he comenzado a creer en la esperanza, yo busco ayudar a todos los que pueda porque me llena el alma, mi papá decide que es mejor dejar a la gente a su suerte, qué carajo te importa a ti la vida ajena. No sé papá, no sé.
Estamos envejeciendo los dos, papi, dentro de unos años podré manejar, podrás verme ir a la universidad, pero no te preocupes porque prometo no irme, aunque me grites cuando se te suba la azúcar, aunque seas horriblemente cruel cuando tengas que llamar la atención, aunque creas que la humillación es la mejor manera de corregir. Me dan igual tus métodos primitivos y todos tus malos hábitos.
Y lo que más me da igual, es que tú quieras aguantarme a mi.
Has lo que quieras, papá. Esta noche me he dado cuenta, que jamás voy a dejarte.
Buenas noches, papi.
Lamento todas las veces en que te decepcioné.


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