Cuando estaba en quinto grado y tenía 10 años, fue un año en el cual mi mente tuvo un desequilibrio total y ahora sufro las consecuencias, de todos modos no pienso relatar todos los episodios que tuve, ni las escapadas de clase para encerrarme en el baño a llorar ni tampoco los dibujos que asustaban a los demás.
Nada de eso.
Después de pasar la mitad del año sumida en aquel agujero de soledad, mis escapadas y llantos sin explicación llegaron a los oídos de la psicóloga. Oh si, ESPLENDIDA ayuda.
Después de pasar la mitad del año sumida en aquel agujero de soledad, mis escapadas y llantos sin explicación llegaron a los oídos de la psicóloga. Oh si, ESPLENDIDA ayuda.
Exámenes de dibujos, manchas de tinta y finalmente llamaron a mis padres.
-Señores... su hija tiene problemas de identidad entre otros. Debe de tomar anti depresivos.
No tengo que contar que le contestó mi papá ni lo horrorizada que estaba mi mamá. Me enteré de mi "resultado" mucho tiempo después de abandonar para siempre aquella oficina.
Los medicamentos nunca llegaron (obviamente) y lo de los problemas no sabía ni me importaba yo estaba segura de tener algo mal y eso es todo.
Pedí a mi mamá una psicóloga, dejé de actuar de forma tan frívola y Rebeca (que así se llamaba mi psicóloga) me ayudó a salir de ese agujero donde estaba metida, hasta el fondo.
Y ahora, cuando el problema debería de estar superado me doy cuenta que no lo está.
Esa niña gris y llena de lamentos sigue en mí.
No has muerto.
Somos el mismo ser.
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