miércoles, 6 de mayo de 2009

Caóticamente Romántico

Hace muchísimo tiempo, existían dos prados separados por un gran y oscuro abismo, cada uno de ellos tenía un guardían, uno de ellos era cuidado por una joven y el otro por un muchacho.
Ambos lugares eran muy fértiles, pero siempre tenían un pedazo de tierra donde nada crecía, un agujero en su perfecta estructura. Había un árbol en cada prado, eran enormes, majestuosos y bellos, lo mejor de aquel lugar.
Sus guardianes jamás se habían hablado, habían pasado muchos años ocupándose de sus propias tierras hasta que el día llegó finalmente. Él estaba sembrando semillas de manzana, ella estaba regando unos arbustos de zarzamoras.
Se miraron unos momentos.

-Hola- dijo él.
-Hola- respondió ella.

Y fue un comienzo.
Pronto comenzaron a comunicarse desde sus respectivos prados. Cada día había un tema nuevo, una sonrisa, una carcajada.
Los años pasaron.
Pero ocurrió en ese entonces un fenómeno inexplicable. De aquellos espacios de tierra merma que cada prado tenían comenzaron a brotar toda clase de frutos, fue totalmente inesperado.
Una mañana después de un tiempo, cada joven se despertó con el sol y se dieron cuenta, que los majestuosos árboles que cuidaban, tenían unas gruesas raíces que habían crecido más allá del pedazo de tierra que les correspondía y se habían unido, como un lazo, en el centro del abismo, suspendidas en el aire.
Poco después, tomaron una decisión en la cual podían perder la vida.
Tomando aire, tratando de mantener equilibrio, caminaron por las raíces de sus respectivos árboles hasta juntarse en ese abismo.
Y se vieron el rostro mejor, se memorizaron la expresión, se tocaron las manos, fue maravilloso.
Hasta que un día lamentable, ella despertó y él no estaba al otro lado del patio.
Gritó su nombre hasta que le dolió la garganta, se trepó en el árbol para verlo y no consiguió encontrarlo. Entonces decidió caminar hasta el prado del joven por medio de las raíces.
Se sorprendió cuando éstas se mostraban débiles, amenazando con romperse sorpresivamente.
Y así pasaron muchos días de silencio, las raíces estaban con polvo, debilitadas... inconsistentes.
La joven lloró y éstas se rompieron.
Pasó el tiempo y el joven despertó, de la nada, apoyado en su árbol de siempre.
El la llamó, muy emocionado por verla de nuevo, diciendo que había estado en otro lado pero había vuelto.
Y vio que las raíces no estaban. Que la joven había cambiado.
Las cosas no volvieron a ser lo mismo desde ese entonces.

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