sábado, 23 de mayo de 2009

Seis

Anoche te pedí que me dejaras respirar.
Y como siempre ocurre, ignoraste lo que dije.
Me estaba ahogando entre sábanas.
Solo veía tu piel y el techo.
No podía hablar. Ni emitir sonido alguno.
Solo podía tratar de respirar.
Tu piel era un arullo.
Te sentía tibio, te escuchaba palpitar.
Recitar.
Era un momento feroz.
Insaciable.
Sentía que me estaba desvaneciendo.
Entonces estar ahogándome debajo tuyo dejó de molestarme.
Cerré los ojos.
Me asfixiaba por culpa de nuestro arrebato.
De la dulce fogosidad de una noche de vehemencia.
Una noche de luna llena.

No hay comentarios: