martes, 5 de noviembre de 2013

100 mg


No siento mis piernas.
La oscuridad de mi cuarto es difusa.
Dosis. Diagnosis. Aragnórisis.
Tengo sueño y sueños.
Tengo hambre de violencia.
Tengo violencia de puro sueño.
Detesto despertarme en la cama,
por lo menos sin ese par de omoplatos que me entibian la risa. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

Pausa Al Absurdo

Después de una semana de repeticiones, esta ha sido la primera noche que paso sin pesadillas. En realidad ni siquiera cuenta como noche, porque solo he dormido cinco horas. Técnicamente y haciendo mis pésimos cálculos, llevo dos días sin dormir. Aumentados los niveles de agresividad, el plotwist es que mi sistema nervioso ha decidido rebelarse contra la niebla que me ha perseguido en los últimos días y de repente puedo observar el panorama con mayor claridad. Octubre fue un mes siniestro, oscuro, pero revelador. 
Con la llegada de un particular sol a la ciudad, caigo en la cuenta que debo de dejar de aferrarme tanto a las sombras, los fantasmas y las fábulas pasadas. Qué cara de palo. Anoche, mientras terminaba de tipear mi trabajo a las cuatro de la mañana, vi que estaba siendo muy injusta; este discursito que suelo repetir a todo el mundo sobre la importancia del continuar y lo horrendo que es quedarse paralizado en un lapso de tiempo que no va a regresar, es, en efecto, el discursito. ¿Y yo? Bien gracias, al bolsillo, la cara seria, como siempre, desde que tengo memoria, la que se hace la fuerte y luego pasa la noche en un insomnio brutal preguntándose puras tonterías cuando nada ha pasado. 
Siempre he sido la clase de persona que se pone a pensar qué ataúd va a comprar cuando todavía nadie se ha muerto, pero ya ha sido suficiente. No se puede vivir así. Asumo que todo esto es una epifanía real y no una consecuencia de haber pasado dos amanecidas a base de agua, música y almohadas sobre la cama. 
Solo me quiero dejar de cojudeces.
Y volver a mis felices travesuras de siempre. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Silueta en el jardín

Nadie nos creía una unión conveniente. Yo andaba escarbándome los restos de pintura pegada a la piel cuarteada de mis nudillos y él tenía las manos blancas y limpias, las uñas cortas y de tonalidad purpúrea, señal típica de los que tienen problemas para respirar. Nunca sonreía demás, nunca se reía. Jamás olvidaré las contadas veces que alcancé a ver sus dientes blancos, casi transparentes, tímidos detrás de su boca pálida. 
Lo conocí tres años antes de irme. En ese momento yo no tenía ese extraño hábito de jalarme compulsivamente las mangas de los suéteres, no sé si en un afán de esconder cicatrices pasadas o por simple nerviosismo. Pero lo encontré, quizá él me encontró o hasta pudimos haber sido un simple capricho de Dios, una coincidencia sin importancia. Solo sé que fue frío, como el témpano, como la indiferencia, desde el primer hasta el último día.
  Aleksandra Waliszewska
Era una paradoja de cabello largo y ojos ambivalentes, a veces claros, brillantes, otras veces siniestros, cargados de una inexplicable amargura. Nos sentábamos por horas enteras en el mismo lugar a hablar. En aquel limbo silencioso que era el jardín de su casa, siempre desierta, rodeada del ruido de la ciudad que cada día parecía más lejana, más extraña, mirábamos el cielo sin decir nada. De repente su piel helada sobre mi mano derecha, un beso con sabor a abandono cerca a la boca, un susurro gentil en el oído. 
Existíamos en aquel jardín. Fuera de los rosales y los arbustos de margaritas, a mi se me caía el cabello, se me partían las uñas y nosotros éramos entes separados, aparentemente unidos por un hilo que yo sentía desnutriéndose con el paso de los días, mientras su beso nocturno se fortalecía. Escupía sangre a las dos de la mañana y me creía una estatua de mármol de su jardín, decoración de carne, hueso y vísceras, su muñeca de porcelana, la compañía más adecuada. 
Nunca se lo dije. Pasaron tres años y nunca se lo dije y el día en que las costillas se estrellaron dentro de mi cuerpo, que la hemorragia pudo más que mi fortaleza recuerdo que estaba triste y feliz, me sentía miserable pero tranquila. Entonces me fui. 
Alguien me dijo tiempo después que guardó luto por años enteros, que casi pierde la razón cuando escuchó la noticia, que casi pierde la vista por lo maltratados que quedaron sus ojos de puro llanto. 
Pero no les creo. 
El que yo conocí no lloraba, no parecía sufrir, siempre estaba calmado y ningún silencio le hizo perder la compostura. Parecía ser un poco más humano cuando estábamos en el jardín, pero eso es todo; más allá de los rosales, estaba tan frío como la primera vez que lo vi. 
Si estuve equivocada hasta el último día, él nunca me lo hizo saber. 


Inspirado en Pesadilla # 5.

sábado, 2 de noviembre de 2013

En 1994

Diecinueve años cumplidos exactamente a las dos y veinte de la tarde de hoy, dos de noviembre. Esta mañana me levanté después de haber tenido una pesadilla, otra más que agregar a la lista, pues últimamente lo único que tengo son estos sueños que en sí solo son conversaciones cargadas de tristeza, y pensé que bueno, en fin, qué se va a hacer, diecinueve años cumplidos ¿Y ahora qué es lo que sigue? 
Pero acabé acompañada de dos personas muy importantes para mi, sentadas las tres en un bar cercano a casa, chocando copas, el rostro adormecido, mi cerebelo pervertido, flashbacks inoportunos en medio de conversaciones que se atragantaban con risas y entonces me di cuenta que estaba feliz, muy feliz de haber cumplido diecinueve y de estar acompañada por personas que me querían de verdad. 
Hay algo curioso. Recién a esta edad encontré que cosas como lo de hoy, ese almuerzo en una mesa cubierta de migajas, cervezas heladas y la voz de mi padre contando por enésima vez la misma anécdota de mis primeros años de vida, mi madre tomando fotografías mientras finjo que no me doy cuenta y me tapo el rostro, ellas riéndose y sonriéndome, son únicas en el mundo.
Diecinueve años. El inicio de mi último año en la famosa 'base diez' y la verdad no sé qué decir. Escribo algo porque es mi cumpleaños y es verdad que algo extraño y curioso se me ha quedado de este alegre día pero no estoy segura de cómo expresarlo. Es posible que no sea necesario. 
Gracias a todas las personas que me han llamado, saludado y abrazado el día de hoy. Aquí, con el pulso acelerado por el alcohol y una larga noche de trabajo universitario por delante, soy feliz. 
Una página más en el libro. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

Reflexiones de cama triste.


En algún momento creí en la unión eterna de las personas. No es que ahora mire con desdén a las parejas que son realmente felices ni que haya dejado de ocultar mi rostro detrás de un pañuelo durante las bodas en una sofocante catedral, pero recuerdo que antes mi concepción de la unión era distinta. 
Me tomó muchos años comprender que poco importan ya las marcas de dientes en los muslos y los restos purpúreos de un martes entre los senos, que no hay alguna cuestión legal o divina que convierta a un revoltijo de sábanas y un beso en la frente, por más que para mi signifique la expresión más cruda y violenta de amor, en una promesa de honestidad. Hace muchos años miraba a las personas con la ingenua seguridad que el abrir la carne para dar paso al deseo y el prometerse una vida de poética nostalgia era suficiente, una especie de pacto sanguíneo e inquebrantable, algo de verdad eterno. 

Los Amantes - Toulouse Lautrec
Tuvo que pasar mucho tiempo para que aprendiera a observar las marcas desaparecer, sentir el  súbito y atemorizante aroma de una piel ajena encima de mi pecho durante la noche y repetirme que sólo son memorias, cicatrices, fragancias de guerra. No voy a negarlo; es muy triste. Fue poco o nada importante las cenas que se imaginan las personas, el decidir de qué color pintar sus casas, el nombre de los hijos no nacidos que perecieron aplastados contra la realidad. 

No hay nada más desgarrador, no hay manera de sentirme más miserable que aceptar el dulce abrazo de alguien, escuchar una promesa en voz baja y pensar "Si supieras que me estás mintiendo. ¡Si tan solo supieras que nada de esto es cierto!".

¿Qué se supone que voy a hacer cuando me cruce con un beso sincero, si es que tal cosa existe, con una caricia sin malicia y un verso gentil? 
Siempre tengo miedo de haber convertido a mis ángeles en monstruos y mis ilusiones en pesadillas diurnas, tan táctiles como una mano fría buscándome entre las rodillas. 
Y sin embargo todavía creo que es real. 
Que en algún lado, la gente todavía se susurra poesía al oído para descifrar sus espíritus y no la contraseña feroz que abrirá la puerta de un hotel.

jueves, 3 de octubre de 2013

Coma & Desfibrilación.

Han pasado casi seis meses desde la última vez. Sentada frente a los azulejos del balcón, podría decir que un siglo se ha escabullido por debajo de mi piel, como una serpiente en medio de este extraño invierno que se traga la ciudad. Ya no queda nada del esqueleto que fui en abril, no hay rastros ni carne descompuesta, ni páginas rotas o cabellos entre la almohada. Hay una eternidad de ojos tristes entre abril y octubre y sin embargo no hay lugar para quejas. He dado cien pasos atrás desde aquella pesadilla. 
Supongo que tampoco hay lugar para resúmenes, porque no se me ocurre de qué manera explicar todo lo que ha sucedido. Mucho ha cambiado. Todo ha cambiado y no hay nada que extrañe. Estoy feliz que haya terminado. Han sido seis largos meses, meses de pastillas y psicopatología, besos de Xanax en la cama de Emergencias por las tres de la mañana, dolores de cabeza, nicotina entre los dedos, tomografías y sertralina en las mañanas, consultorios psiquiátricos en el sótano de la clínica, taxis a las nueve de la noche.
Últimamente, por no decir, en las tres horas que se acaban de desvanecer, llantos y gritos que resuenan en la ducha, se estrellan contra las losetas, parten la piel en dos. Promesas, risa y muerte. Pesadillas. No queda nadie de quien fui pero sigo siendo yo y he regresado sin saber exactamente qué es lo que quiero decir, a dónde quiero llegar. Ha ocurrido tanto en tan poco tiempo. He ido a tantos lugares, a veces sin siquiera moverme. Hay tanto dentro de mi. 
Me pregunto cuándo llegaré al final de la escalera. 




jueves, 4 de abril de 2013

Últimamente, me sorprende lo poco que me importa el mundo.

jueves, 21 de marzo de 2013

2



Llega un momento en donde uno comienza a comparar a las personas con espejos rotos. Entonces es cuando nos ensangrentamos las manos, intentando arreglarlas. Es una lucha eterna entre los pedazos de su pasado y la luz, porque en medio de aquel desastre, aquella masacre de sangre y vidrio, cada parte de su caos, es espantosamente bella.

jueves, 14 de marzo de 2013

Cifras

A veces me pregunto cuánto de mi se ha ido muriendo en los últimos meses, en los últimos años. Es como si las cifras se hubieran invertido o más bien multiplicado y a veces me levanto pensando que van a salirme ramas del cuerpo, que me voy a volver tierra y seré eterna palpitando dentro de un tronco. No me entiendo. 
Este verano he pasado semanas de terror sin poder dormir por el miedo hacia morir en medio del sueño y ahora, en medio de la nada, solo quisiera descansar por un largo tiempo. Punto y coma.
Yo que he podido llevar años con esta sensación de vaivén y de eterno limbo puedo entender a medias cómo es que funciono, pero no puedo esperar lo mismo del resto y eso es lo que me molesta. Me molesta que mis padres se enojen porque no entienden, que las personas crean que soy hostil y antisocial porque ya no deseo hablar ni salir ni ser vista por nadie y yo no sé cómo explicar que no es mi intención.
Llegó el momento en donde ya no sé qué es lo que sucedió, si anoche brincaba entre las luces nocturnas con el cerebro entumecido de felicidad y bebidas baratas, si estaba armando rompecabezas en la biblioteca, si abrazaba a una amiga por su cumpleaños y lloraba porque qué rápido pasa el tiempo. 
La pregunta es qué sucedió para que todo se invirtiera, o mas bien se multiplicara tan rápido. 
Me encuentro a 3 días de comenzar la universidad y no quiero que estos desarreglos arruinen el continuar de las cosas. Sacar buenas notas, ir y venir. Que nadie sospeche que me pregunto cuánto de mi se ha ido muriendo en los últimos meses, en los últimos años.
Desde hace mucho tiempo, fantaseo que no voy a llegar a los 30. 



B.

domingo, 10 de marzo de 2013

4 AM

Me tiré encima de las almohadas a las cuatro de la mañana, con los mendigos caminando sin rumbo por la ciudad y los taxis que vienen del aeropuerto perforando el silencio. Lo único que me queda, era el trago amargo de horas de masticar secretos y la sensación de haber pasado siglos fuera de casa. Hace una hora, estaba en el auto con una Coca Cola en la mano, un tango en las orejas y sorprendida porque después de todo, no me había puesto a llorar como una Magdalena a los pies de la cruz. 
A las cuatro de la mañana no duermo porque pienso y pienso más que de costumbre, pienso tanto que podría escribir tres novelas y un poemario hasta que la gente se aburra de mis cursilerías y exageraciones. Pienso en frases y en imágenes que no van a suceder, me aferro a las sábanas porque a falta de esqueletos y piel de cera a esa hora, solamente me queda la imaginación. 
Pienso que no quisiera pasar así el resto de las noches, que ya he tenido suficiente y recuerdo a Gi diciéndome "No es por insomnio que no puedas dormir, si no que te desvelas cuidando sueños ajenos". También está mi madre que me pregunta hasta cuándo van a durar mis afanes de mártir, de Teresa de Calcuta. A Gi no le digo nada, solo me quedo dormida a su lado y a mi madre nunca le respondo. 
Son las cuatro de la mañana y el alcohol me quitó el sueño, pienso y re-pienso todo lo que tengo hasta ese momento y reniego de mi ingenuidad, de mi falta de dureza y que yo con mis pensamientos de eternidad y mis contradicciones no voy a llegar muy lejos.
A veces, en medio de esa maraña de ideas y fantasías, pienso en él y en ellos y en esa lista que es tan corta que ni siquiera puede ser una lista. 
Son las cuatro de la mañana y lo único que tengo, porque es lo único que puedo tener, son sensaciones que  se quedaron enredadas entre mis costillas, como el mejor recuerdo. 
Son esas cosas las que me ayudan a volver a dormir. 

jueves, 7 de marzo de 2013

The Heart of the Matter





"No la amabas. Simplemente no querías estar solo. O tal vez, ella era buena para tu orgullo. O quizá ella te hacía sentir mejor sobre tu miserable vida, pero tú no la amabas, porque uno no destruye a las personas que ama".


Callie Torres,
The Heart of the Matter

domingo, 24 de febrero de 2013

Resaca.




"I saw that you were perfect and so I loved you.
Then I saw that you were not perfect and I loved you even more".

jueves, 21 de febrero de 2013

Unos 5 minutos.

Después de los últimos días, hoy me sacaron de mala gana a un parque lleno de fuentes de agua. Comí un algodón de azúcar después de tanto tiempo que ya no recuerdo cuando fue la últim avez, compré dos manzanas rojas de azúcar y regresé a casa. Mañana regreso a consultorio, a comenzar todo desde cero con la esperanza que esta vez funcione y pueda solucionar los nudos toscos que me amarran los pies últimamente. Han pasados semanas de los mismos episodios, de insomnio y de relojes marcando las tres de la madrugada mientras me levanto de la cama y tengo ganas de llorar, porque puedo morir en cuanto me duerma y no me despedí de nadie. Desde hace meses, dormir es una tortura. 
Pero hoy encontré fotografías de una chica que estudió conmigo y nunca me cayó del todo bien, pero se veía feliz. Mandó a que le tomasen fotos de estudio con su enamorado y se le veía tan contenta, querida y llena de esperanza que me hizo pensar que ya no importa.
Lejos de todo el miedo y pánico que me mantiene despierta toda la noche, al otro lado de lo mal que se han puesto las cosas, aún hay una luz que no me pertenece pero que existe.
Si yo me hundo pronto en la oscuridad y no vuelvo a salir, me arregla no arrastrar a nadie conmigo, o por lo menos, eso esperaría. 
Cuando me entierren, quiero que crezcan flores sobre mi cuerpo. 




B.

martes, 19 de febrero de 2013




“I knew he didn’t love me, but I adored him anyway.” 







Patti Smith. 

sábado, 16 de febrero de 2013

16 de Febrero



Nos volvemos eternos en el momento en que alguien nos recuerda, cuando alguien se sonríe y dice que nos quiso y nos extraña, que quisiera que estuviéramos ahí, cuando guardan nuestra fotografía y nuestros gestos en el lado izquierdo del pecho. Cuando alguien cercano se va y es recordado, se vuelve eterno.
Hoy es un día muy triste para muchas personas que conozco, creo que para todos en general, por más ajenos que parezcamos al tema.
Un amigo que es amado, nunca se va.






viernes, 15 de febrero de 2013

This Will Destroy You

Para destruirte, tengo que caminar sobre mis pasos y regresar a los lugares a donde solíamos ir. Para destruirte tengo que tirarme en la hierba sin podar, tomar aire y mirar el cielo despejado, botar el agua de mis pulmones, dejar entrar el vaho extraño que dejó nuestra risa enredada entre las ramas. Para destruirte tengo que escuchar tu voz una vez más y considerarla especial, como nunca lo he hecho, tendría que econtrar tu nombre entre mi memoria y decir que me alegra escucharlo y es una felicidad aislada del resto. Para destruirte tengo que recordar la primera vez que te vi y la primera vez que me viste y pensar si hubo algo más honesto que tu vacío y el nublado de tus ojos, siempre a la expectativa que te saludara antes de irme. Para destruirte tengo que tocarte el rostro y escuchar como te haces pedazos, tengo que abrazarte por última vez para escuchar el cristal roto de tus pensamientos estrellándose contra la realidad. Para destruirte tengo que aprender a sentarme a tu lado con una paciencia que solo tú conoces y preguntarme si recuerdo cómo te llamas, en qué año naciste, si mis palabras se clavan en tus huesos o te acarician detrás de las orejas como la brisa del atardecer. Para destruirte tendría que escuchar entre tus mil y una voces para descubrir el acertijo de tus saludos y tus despedidas, los nudos escondidos entre tus besos invisibles y el susurro triste de tus ojos escondiéndose de la luz. 
Para destruirte, tengo que hacer lo que nunca has esperado de mi, quedarme a tu lado, ser gentil, arrancar páginas, ver más allá, sonreírte con sinceridad, despedirme como si fuera la última vez porque a ninguno de los dos le queda mucho tiempo. 
Para destruirte, tengo que decirte que lo que ha pasado ha sido más que una transición, ha sido tiempo con vida, horas reales, irremplazables. 
Qué hacer para destruirte, cuando durante todo este tiempo, es lo único que he podido hacer por ti.

lunes, 11 de febrero de 2013




Cuando miras al abismo
el abismo también te mira a ti.



F. Nietzche.

sábado, 9 de febrero de 2013

Continuar.

Hoy es otro día de verano en donde a las seis y media de la tarde me cae encima la naranja oscuridad del atardecer y me siento triste. Hoy es sábado y la gente suele irse a pasear entre las calles del centro de la ciudad, algunos dejan que unos pies extraños les pisen las costillas en un concierto de underground, algunas se arreglan el cabello antes de dar el primer paso dentro del auto que va hacia el club al otro lado de la ciudad y otros se acomodan en la butaca del teatro mientras esperan que comience la función mientras el aroma a chocolate inunda sala.
Yo por mi parte, ni siquiera tengo lo que requiere ponerse de pie.
Hoy es otro día en donde me levanté de buen humor, pero por ser sábado, por ser febrero, por ser el atardecer y por ser yo, me puse tan triste que detesto a absolutamente todo el mundo.
Y en ese espacio pequeño de la excepción, están los que son tristes como yo y los que simplemente no pueden sentir nada. Regresamos en marzo a la universidad y no es necesario que decir que he regresado a mi punto de inicio cuando recién ingresé y me dedicaba a salir corriendo de clases para evitar hablar con las personas. Entonces las cosas cambiaron, pero todos regresamos a la coordenada cero. 
Mis años pasan y lo único que sé, es escribir que estoy triste. 




B.

jueves, 7 de febrero de 2013

Jueves

Los días jueves son los días de partida y de llegada. El año pasado, eran el momento sagrado de la semana en donde me retiraba con los antiguos camaradas a sentarnos alrededor de la mesita redonda del piso de abajo y chocar copas y escupir nicotina, ecogiéndonos los hombros y escuchando a ver quién tenía la historia más triste que contar. De una u otra forma, siempre terminábamos hablando de una revolución que no se podía culminar. 
Los días jueves regresaba a casa tambaleándome en el autobús hasta que conocí a Sara, que me miraba leer o manosear mas bien mi libro, sentada a su lado, y en cuanto la miré, supe que no sería otro rostro desconocido que uno cruza camino a casa. Mi madre sentía el alcohol arrastrándose por mi garganta y entonces me iba a dormir feliz y sin el miedo ridículo pero patológico que tengo ahora a morirme mientras sueño. 
Hubo también un jueves en donde me di cuenta que la honestidad viene debajo de la lluvia y con minutos de arrepentimiento a la mañana siguiente. Entonces aprendí que la verdad no tiene nada de malo, pero por más que se diga y se manifieste, siempre habrá alguien que no la verá. Un jueves en donde un hombre le dice a una mujer Te amo con la misma fuerza con la que me odio y ella le sonríe mientras responde A mi también me gustó el café. 
Y todos los jueves que le siguieron a los viejos jueves fueron y son, días de recuerdo. Últimamente pienso que cada vez que suspiro debajo de un árbol, es con la esperanza que la vida que abandono, lo acompañe a él, que siempre está lejos. 





B.

martes, 5 de febrero de 2013

Febrero

En medio de esas tres horas de cable telefónico, le pregunté cómo iban las cosas y quizá fue el tono de mi voz que hizo que se pusiera en guardia y en una voz bastante a la defensiva, irritada con facilidad, me dijo que todo bien y que la única novedad, era que había vuelto a soñar con ángeles. "Sueño que estoy desnuda en la mitad de una habitación roja y que todos están sentados en lo alto, trepándose del techo y rascándose la nuca, mirándome como si fuera una clase de espectáculo" me dice "Los ángeles emanan un olor a nicotina, bondad y una pureza enormemente amarga, es como el vómito de un corazón desamparado. Mis pesadillas no dejan de sorprenderme. Quizá lo peor de todo, es que cuando despierto encuentro plumas en los bordes de mi ventana". Le confesé que hacía mucho tiempo que no nos hablábamos y que hasta cuándo iba a quedarse encerrada en su casa con el mismo ánimo de desaparecer y hacer experimentos con sus emociones. "Solo te hace falta un laboratorio" le dije "Estaría todo salpicado de sangre". Me senté en la ventana mientras me contaba que aún faltaba mucho tiempo, que estaba desintoxicándose de todas las cosas que habían sucedido y que todo lo que necesitaba, era estar sola. No hacía falta hacerle una lista, punto por punto, sobre los beneficios y desventajas de la soledad porque ella lo sabía de antemano. Creo que el problema era que al fin y al cabo le gustaba esa sensación angustiante, de abismo infinito, que solo sienten las personas que antes de dormir rezan por el bienestar de lo que nunca será suyo.
Quisiera saber cuántas noches Dios la ha observado llorar. 



B.

domingo, 3 de febrero de 2013

Infinito.

Después de tanto tiempo, me senté en la ventana a ver el atardecer que tanto detesto. Solo entonces me di cuenta, que no es tu risa lo que recuerdo, ni tampoco la luz de abril de tus ojos que parecen haber llorado por años, tampoco es tu corteza de árbol maltratado por la lluvia o el susurro gentil de tus manos dentro de los bolsillos. No es tu dentadura carcomida por los tragos amargos ni el color de renacimiento que tiene tu piel en la sombra, no es tu tímida lágrima escabulléndose por tu oreja cuando duermes, ni los retratos familiares que miran hacia la pared. No es la tierra entre tus dedos, no es el silencio de tu tropiezo. No somos nosotros.
Fue una frase acongojada que escapó de tu boca que brincó hacia la muerte y se abrazó la vida, y se arrastró entre mi olvido, para colgarse de mis entrañas.
Entonces, después de tanto tiempo, me senté en la ventana a ver el atardecer que tanto detesto, y lloré como hacía mucho tiempo. 
Al lado de tu recuerdo, duerme mi eternidad. 




B. 



34 a.

miércoles, 30 de enero de 2013

domingo, 27 de enero de 2013

Episodio 28

Rose of Versailles. ベルサイユのばら Berusaiyu no Bara.

Lady Oscar tomaba vino con el conde Hans Axl Von Fersen frente a la chimenea, mientras este le cuenta la experiencia que tuvo con una misteriosa mujer durante uno de los bailes en palacio. En un arranque, al darse cuenta de la verdad, el conde le cogió fuertemente la mano a la Comandante de la Guardia Real, Oscar François de Jarjayes. 
-Aún cuando trates de ocultar que eres una mujer, exsiten actitudes que no son tan fáciles de difrazar. 
Su copa de vino estalla en pedazos y Lady Oscar sale corriendo de la habitación hacia las afueras.
El conde la observa partir hasta que decide ir a buscarla en medio de la noche. La encuentra con la cabeza de rubios cabellos agachada y apoyada contra una puerta, llorando en silencio. 
-Si yo hubiera sabido que tú eras mujer desde el primer momento en que te vi yo... 
-¡No digas nada! ¡Te lo suplico! Ya no tiene caso. En este mundo solo existen dos amores en este mundo, un amor lleno de felicidad y uno de angustia...- Lady Oscar rompe a llorar. -Y el mío está condenado a la desesperación 
-Escúchame. Solo un tipo de amor: el amor lleno de angustia- responde el conde Fersen, con los ojos llenos de lágrimas. 
-Sabía que algún día llegaría este momento- se sonríe tristemente -Nuestra amistad llega a su fin... Despidámonos. 
-Te suplico por lo que más quieras que nunca olvides que has sido la mejor amiga que he tenido y que yo he intentado ser para ti un buen amigo y un apoyo en todo momento... 
-Jamás. Jamás te olvidaré- le responde, aún dándole la espalda. 
-Adiós, querida amiga. Adiós 
El conde Fersen da la media vuelta para partir lejos de la comandante de la Guardia Real. Lady Oscar gira a observarlo, con los ojos llenos de lágrimas sin impedir su partida. "Dios mío, ten misericordia de Fersen y que algún día le concedas la felicidad de amar y ser amado" piensa, mientras regresa a la habitacion a recoger los vidrios rotos de la copa y continuar en un llanto silencioso e imparable. 

[...]

viernes, 25 de enero de 2013

Vuelo

Y aunque ya hace muchos años decidí caminar hacia la puerta con la maleta de ruedas y arrastrando mi miedo a las alturas, las hojas arrugadas del año anterior, parece somo si el tiempo se hubiera detenido en esos cinco minutos en donde me paré, salí por la puerta y juré nunca más. 
¿Nunca más qué?
Abandoné la ciudad para olvidar y no hice más que encontrar a mis fantasmas en cada esquina que cruzaba. Aquí y en todos los lugares que visite, hay algo que siempre me hace recordar a esos cinco minutos en donde decidí huir.
Quién se atrevió a decir que fue fácil y que ahora las cosas estan mejor que antes. No fue una solución, no fue una respuesta ni tampoco me dará una. Lo único que sé es que nada ha cambiado, muy en el fondo, todo sigue pintando con el mismo color y adormecido con las mismas canciones. 
Mi collar se rompió y mis anillos se pedieron, pero lo hecho, hecho está y aquí nos tenemos, solos pensando en los cinco minutos en donde abandonados todos. El nunca más, siempre el nunca más que jamás se cumple del todo. Una mentira piadosa para hacernos los valientes. 
Para creer que puedo controlarlo.Y después de tanto tiempo, de tantas semanas, meses, años y siglos, sigo siendo el mismo susurro que cruzó una promesa que no puedo cumplir.
Cómo es que he llegado hasta aquí, ocultando cosas en los cajones, bajando el volumen a las canciones y quemando fotografías sin siquiera tocarlas porque hasta tenerlas aquí me causa dolor. 
Quién dijo que yo estaba en lo correcto.
Y aunque sé que no ha funcionado ni va a funcionar, sigo en los cinco minutos de partida, de prohibido voltear, de tres pasos para ser una estatua de sal, sigo aquí. 
El vuelo está tomando. No quiero regresar.
No puedo regresar.


B.

domingo, 20 de enero de 2013

Día 4: La Partida

Tomando un avión en unas horas de regreso a la ciudad. Asumo que este es el fin oficial de mi viaje por la selva y una parte de mi quisiera quedarse en este lugar de aire caliente, vegetación tupida y personas con nombres curiosos. En tan solo cuatro días de viaje, mi estructura de rutina absoluta que pasaba en casa se hizo pedazos y cambié las horas leyendo en mi cama por paseos por el Amazonas, almorzar carne de lagarto y saltar alcoholizada a una piscina después de haberme ofrecido a ser bartender por una noche. 
Esperando a que llegue mi vuelo y escuchando los comentarios sobre el último partido de fútbol, comienzo a sentir la sensación adormecedora de quien va perdiéndose en una buena dosis de anestesia. Después de haber pasado tan solo cuatro días respirando este aire teñido de tibieza y pescado ahumado, poner un solo pie en la ciudad hará que me pesen los pulmones.
Hace frío en el aeropuerto y mamá me esta esperando con un par de libros que son mi regalo de navidad atrasada. Los aviones del vuelo anterior despegan poco a poco y me siento muy cansada. Han sido cuatro días en la selva, cuatro días de mojar los pies en el agua fría del Amazonas, de bailar con la tribus de los Boras y casi haber sido asaltada por un mono chorongo.
Y bien, fueron cuatro días que ya acabaron
Es hora de regresar a casa.



B.



viernes, 18 de enero de 2013

Día 2.

En la tribu de los Bora, mientras bailábamos con los niños, un muchacho nativo me observaba desde el otro lado. Cuando tuve que regresar al bote, corrió y al cruzarnos me dijo Adiós Barbara. Hoy tomamos un bote junto con dos alegres chicas que nos acompañaron el resto del día y visitamos la tribu de los Yaguas y de los Boras, ambas muy diferentes una de la otra. Los Boras parecen siempre estar celebrando, todos los niños y mujeres nos recibieron bailando y cantando hasta que su jefe salió a saludar y a darnos el precio de la visita. Les compramos pulseras. Las niñas caminan sin nada que les cubra y sus pechos inmaduros y puntiagudos andan al aire libre. Algunas mujeres tienen el rostro marcado o un ojo herido, un amigo me comentó que quizá sean cicatrices rituales y le dije que esperaba que fuera así. El comercio sexual en la tribu de los Boras tiene una presencia muy fuerte. Muchos turistas -hoy vi a uno de ellos- llevan comida y objetos especiales para obtener servicios sexuales de las niñas a cambio. Es una realidad muy fuerte de ver. 
Por otro lado los Yaguas parecen ser una tribu mucho más tranquila y con un estilo de vida más organizado y dedicado a la caza y la pesca sin estar demasiado abiertos a los extranjeros. Cuando llegué no vi a casi ningún niño y fuimos atendidos por el jefe de la tribu, así como las mujeres y los hombres más ancianos. Compré un collar de huesos de boa y un colmillo de jabalí. Los niños Yaguas tienen el cabello de un tono amarillento, claro signo de desnutrición. 
En el Serpentario conocimos a Eliel, nuestro guía, que nos dio un paseo por las jaulas de los ojos perezosos y los monos. Terminamos despidiéndonos y poco después tomamos unas cervezas y fumamos unos cigarros con las chicas que conocimos en el viaje, mientras me contaban sobre el significado de ser una mujer fuerte y las pendejadas de los hombres interesados.
He pasado las últimas horas con los pies en la piscina del hotel, leyendo a Victor Hugo mientras un muchacho francés me observaba desde las escaleras. Lo escuché hablar y descubrí que ha viajado con sus dos hermanos. Son casi las diez de la noche.
 Está anocheciendo sobre esta ciudad.




B. 

jueves, 17 de enero de 2013

Día 1: Continuación

Caminábamos por la plaza principal cuando vi un edificio descomunalmente grande. Había sido un hotel muy famoso en su tiempo hasta que descubrieron que su estructura estaba chueca y la tierra se lo estaba tragando de a pocos. Le tomé unas cuantas fotografías y pasamos por la iglesia, donde un grupo de mujeres encendía velas en nombre de un sacerdote polémico y antes que me diera cuenta, mi padre hablaba frente a cámaras sobre la actualidad.
Típico de los viajes y de mis malos hábitos, tuve un romance telepático con un hombre sentado en la mesa de al lado durante la cena  y esta historia acabó cuando pagó su cuenta, prendió un cigarro y después de mirarme, desapareció por la ciudad en donde se respira aire caliente.
Dije que esta no es una ciudad alegre, pero no me imagino a nadie profundamente triste viviendo en un lugar como este. No es como Lima, la ciudad de la nostalgia, de lo visceral, la esperanza agridulce que cae en ilusión y a veces de los buenos sueños. Cualquiera puede morirse de pena en Lima, pero aquí no comprendo  qué es lo que sucede. Arrastré mi estela gris de greñas y reflexiones hasta este punto verde del país y de repente todo se desvanece, como si estar triste fuera incompatible con el espíritu de esta pequeña ciudad. 
No sé si culpar al desequilibrio químico o es que aquí hay algo que de verdad no comprendo. ¿Qué es? 
¿Podré quedarme con esta sensación de paz como recuerdo? ¿Regresaré a Lima y de repente, todo estará mejor?
Le escribo a mi querida Azul diciéndole que ella amaría este sitio, los paseos por el río Amazonas, las tribus  en medio del agua, los bares nocturnos y los precios bajos de alcohol de buena calidad. Tampoco me faltan fuerzas para relatar a Rein todas las cosas increíbles que he visto en tan solo un día. ¿Será cierto? 
¿Será que este lugar está devorando todo lo que traje de casa?



B. 


Día 1

En esta ciudad el aire se respira caliente. Mientras el sol te quema la espalda y escuchas a lo lejos el murmullo de cientos de insectos buscando tu sangre, parece como si las casas se movieran a tu alrededor, transpirando y dejando que las mesas, las sillas, los cubiertos y las paredes suden por sí solas hasta dejarte la sensación de haber caído en medio de una densa tibieza tropical.
En esta ciudad aprendí lo que es una ducha de agua helada que se lleva amargura y desacuerdos por el desagüe para darle paso al ronroneo de la vida nocturna. Dicen que aquí todo es fiesta por la noche, pero he  venido hasta acá arrastrando nudos que aún tengo que desatar y solo se me ocurre seguir escribiendo por las noches. 
Hoy estuve a tan solo unas horas de conocer el Amazonas y mientras paseábamos en bote por las aguas oscuras y frescas de los ríos de la selva, pensé en el infinito y en el abismo, recordé que probablemente pasaría un buen tiempo antes que regresase a tener a mi lado a un delfín rosado y creo que me sentí feliz. 
Aunque como suele pasar con esta clase de viajes, no todo ha sido del color de las amapolas y veo cercana el fin de mi primera noche en esta ciudad. Por más que me digan lo contrario, no la considero un lugar alegre. Tiene algo peculiar, como una boa vieja que ahora vive asustada de quienes pasan por su jaula pero sigue siendo el animal feroz que en algún momento se comió a un niño. 
Quiero regresar.  Qué parte de este laberinto de avispas negras y brisa caliente tenía el deber de derretir la Lima que quedaba en mi. 
Por qué no puedo continuar. 



B. 



lunes, 14 de enero de 2013

Nulo.

Ya han pasado más de tres semanas y todo sigue exactamente igual. Qué va a suceder si me quedo así para siempre. El tiempo se detuvo en el 2012. No avanza. No quiero salir.
Volví a jugar ajedrez después de diez años.
Y en las mañanas encuentro hojas tiradas por mi cuarto y descubro que pasé la madrugada escribiendo, pero nunca puedo recordar exactamente qué.
Qué va a suceder si me quedo así para siempre.



martes, 8 de enero de 2013

4 años.

Hace exactamente 4 años, un irónicamente soleado 8 de Enero como es el día de hoy, comencé este blog escribiendo un esperpento que en ese momento yo consideraba un artículo sobre las Barbies y la anorexia, inspirada en los días anteriores, cuando me había puesto a jugar a las muñecas con la hermana de una amiga a quien ya no contacto. Todo esto impulsado por la resaca que me dejó haber leído Abzurdah de Cielo Latini. Me guardo mis comentarios sobre el libro porque no es el momento de discutir aquello. 
En fin. Ya han sido cuatro largos años de venir a vomitar continuamente sobre el teclado y escribir y escribir. ¿Salió algo bueno, algo malo, algún otro esperpento o algo que haya valido la pena? No sé. 
Sea cual sea el resultado, gracias a este blog he conocido a personas muy importantes y que ahora son grandes amistades, así que aunque medio mundo deteste esta página llena de confesiones, historias, sueños y críticas, gracias a este blog he ganado algo más valioso y es la amistad. Aquí fue que conocí a Hernan, a Daniel, que pude seguir los pasos cuando Sarah se perdió en el mundo de la preparación universitaria, a Oz, mi querida Trilce, Vero, Penny Lane, entre otras personas. Conocí a blogueros maravillosos como Magnolia y Alexander y en fin. Ya son cuatro años. Cuatro años, caray. 
Aunque el año pasado consideré varias veces dejar de escribir en este sitio y dedicarme a los cuadernos en el aislamiento total de la biblioteca, asumo que no puedo. 2013 y hasta ahora no puedo despegarme de esta clase de pseudo-diario que me ayuda a recordar muchas cosas que por un momento pensé se quedarían estancadas en el olvido. 
Cuatro años de noche de cristal, apaleada, resucitada, golpeada, coja o radiante, no lo sé. 
Pero fueron/son cuatro años de noche de cristal. 


B. 

PD: Siempre tuve el deseo secreto de saber quiénes son los anónimos que me mandaban mensajes durante todo el año. Aún lo tengo.

lunes, 7 de enero de 2013

Cero.

La ciudad se caía a pedazos por la ventana, el primer y último día que decidí mirar por el cristal. Estaba tejiendo unos zapatos de lana y promesas que nunca serían usados y tendría que vender poco después de haberlos terminado. Dicen que puede ser una exageración bastante enferma, pero yo creo que con su despedida, muchos de nosotros también nos perdimos en la nada. Leí en algún sitio que cuando uno muere, el alma se va a un lugar llamado Mu, que significa la nada. Y sin embargo estamos aquí, creyendo que nos reencontraremos del otro lado porque seguimos detenidos por la desesperanza de aquellos que se perdieron. Todos asumen la pérdida de una manera diferente. 
En el enero del 2013 el tiempo avanzó rápido, algunas cosas cambiaron, como los calendarios y otras quedaron en el mismo lugar de siempre, con los mismos olores de siempre, en la misma posición de siempre. Los pocos cambios que llegan, son parte de un proceso lento y doloroso que quiero ignorar. Enero del 2013 sabe a agosto y a una necesidad casi infantil de seguir escribiendo 2012 en todos lados. Es el deseo de retroceder, asumo, sabiendo que no es posible.
No tengo nada que decir. Mu. Mi casa huele a niebla, polvo y desesperanza desde hace mucho tiempo. Solo ahora me he detenido a mirar por la ventana. Estoy triste.
Y dejo que me llene los pulmones, porque en algún momento iba a suceder. 



B.

martes, 1 de enero de 2013

2013

"Entonces me bastaba con escuchar su aleteo por la ventana para saber que existían. Dejé de observar, porque siempre tuve ganas de encerrarlas en jaulas, pero aquello ya es bastante cruel. Me basta saber que están ahí ¿Sabes? Y que yo estaré ahí para ellas, en mi ventana. Pero tu sabes que las aves se van por ahí y no regresan. El peligro de todo esto, es que cada vez que las escucho, pienso que puede ser la última vez". 


Una mujer en el mercado.