Y aunque ya hace muchos años decidí caminar hacia la puerta con la maleta de ruedas y arrastrando mi miedo a las alturas, las hojas arrugadas del año anterior, parece somo si el tiempo se hubiera detenido en esos cinco minutos en donde me paré, salí por la puerta y juré nunca más.
¿Nunca más qué?
Abandoné la ciudad para olvidar y no hice más que encontrar a mis fantasmas en cada esquina que cruzaba. Aquí y en todos los lugares que visite, hay algo que siempre me hace recordar a esos cinco minutos en donde decidí huir.
Quién se atrevió a decir que fue fácil y que ahora las cosas estan mejor que antes. No fue una solución, no fue una respuesta ni tampoco me dará una. Lo único que sé es que nada ha cambiado, muy en el fondo, todo sigue pintando con el mismo color y adormecido con las mismas canciones.
Mi collar se rompió y mis anillos se pedieron, pero lo hecho, hecho está y aquí nos tenemos, solos pensando en los cinco minutos en donde abandonados todos. El nunca más, siempre el nunca más que jamás se cumple del todo. Una mentira piadosa para hacernos los valientes.
Para creer que puedo controlarlo.Y después de tanto tiempo, de tantas semanas, meses, años y siglos, sigo siendo el mismo susurro que cruzó una promesa que no puedo cumplir.
Cómo es que he llegado hasta aquí, ocultando cosas en los cajones, bajando el volumen a las canciones y quemando fotografías sin siquiera tocarlas porque hasta tenerlas aquí me causa dolor.
Quién dijo que yo estaba en lo correcto.
Y aunque sé que no ha funcionado ni va a funcionar, sigo en los cinco minutos de partida, de prohibido voltear, de tres pasos para ser una estatua de sal, sigo aquí.
El vuelo está tomando. No quiero regresar.
No puedo regresar.
B.
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