lunes, 4 de noviembre de 2013

Pausa Al Absurdo

Después de una semana de repeticiones, esta ha sido la primera noche que paso sin pesadillas. En realidad ni siquiera cuenta como noche, porque solo he dormido cinco horas. Técnicamente y haciendo mis pésimos cálculos, llevo dos días sin dormir. Aumentados los niveles de agresividad, el plotwist es que mi sistema nervioso ha decidido rebelarse contra la niebla que me ha perseguido en los últimos días y de repente puedo observar el panorama con mayor claridad. Octubre fue un mes siniestro, oscuro, pero revelador. 
Con la llegada de un particular sol a la ciudad, caigo en la cuenta que debo de dejar de aferrarme tanto a las sombras, los fantasmas y las fábulas pasadas. Qué cara de palo. Anoche, mientras terminaba de tipear mi trabajo a las cuatro de la mañana, vi que estaba siendo muy injusta; este discursito que suelo repetir a todo el mundo sobre la importancia del continuar y lo horrendo que es quedarse paralizado en un lapso de tiempo que no va a regresar, es, en efecto, el discursito. ¿Y yo? Bien gracias, al bolsillo, la cara seria, como siempre, desde que tengo memoria, la que se hace la fuerte y luego pasa la noche en un insomnio brutal preguntándose puras tonterías cuando nada ha pasado. 
Siempre he sido la clase de persona que se pone a pensar qué ataúd va a comprar cuando todavía nadie se ha muerto, pero ya ha sido suficiente. No se puede vivir así. Asumo que todo esto es una epifanía real y no una consecuencia de haber pasado dos amanecidas a base de agua, música y almohadas sobre la cama. 
Solo me quiero dejar de cojudeces.
Y volver a mis felices travesuras de siempre. 

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