Uno siente un vacío después de tener sexo, pensó Clarita mirando hacia las esquinas, algo como lo que sientes cuando te estás duchando y después de jabonar todo lo jaboneable, te quedas mirando hacia las baldosas de colores claros y no sabes qué hacer. Algo parecido le sucedía en esa mañana triste de domingo soleado ¿Tumbarse en la cama el resto del día o salir, correr hacia quién sabe donde? Sonaba The Cure en la radio, ha estado prendida toda la noche, recordó sintiendo hormigas por su cuerpo de dieciséis, en esa estación que le gusta a Luis en donde pasan música de hace años. ¿Era Luis quien estaba a su lado? Sintió miedo. Qué miedo recorrer esta casa desconocida, pensó, y saber que hay personas en todos lados y jamás recordar con cual de ellas me acosté.

Esto debe de ser una botella, pensó mientras se ponía de pie y sus huesos blancos y pequeños crujían, o el tobillo de un muerto. Tenía un agujero en el estómago, tengo hambre, tengo ganas de darme un buen baño, porque tengo todo el cuerpo entumecido y pegajoso. Náuseas, pero se detuvo, contuvo.
Es el mediodía, escuchó que decía alguien por la radio.
Alguien abría la puerta de la casa silenciosa y Clarita, no sé si correr o quedarme, esconderme o dar los buenos medios días a quien sea que entre.
Pero es mamá quien entra por la puerta, me mira sonriente y me dice buenos días Clarita, fuimos a comprar el desayuno. Me ruge el estómago, y a mi lado no hay nadie.
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