sábado, 24 de diciembre de 2011

Navidades Crudas

No pasaré jamás una Navidad contigo. Es un hecho bastante conciso que nunca pondremos luces alrededor de las ventanas, no solo porque no nos importa demasiado la decoración, si no porque jamás compartiremos una ventana. Y por más que yo quiera cocinar toda una cena, poner manteles con arbolitos y muñecos de nieve, pasarte una servilleta y esperar a que digas que qué rico salió todo, no va a suceder. Así como las ventanas, jamás habrá una cena así entre nosotros, ni una Navidad, ni una noche de pirotecnia, luces de bengala y televisión despreocupada. 
Mira, hace frío y nadie habla de la Navidad, aunque falta una hora para que llegue el 25. ¿Tú sientes que será Navidad? ¿Te importa un poco la cena, los nacimientos en las esquinas y los niños gritando en la calle? Esta noche en mi casa nadie tiene regalos ni tarjetas por fin somos mamá, papá y yo. ¿Qué es de tu Navidad? ¿Peor cada año, igual de vacía, cruda, intermedia?
No pasaré jamás ninguna celebración ancestral y manoseada como es la Navidad contigo. No hablaremos hasta el amanecer con los ojos caídos y la risa tonta que le da a la gente cansada y con sueño. Las luces de esa casa que nunca compartiremos no serán apagadas jamás, nadie quitará los adornos, si es que llega a haber alguno, de las paredes. ¿A quiénes llamaremos desde el teléfono que jamás será nuestro?
Si creyera todavía en los deseos que se cumplen, pediría esta Navidad que dejes de balancear mis emociones y mis nervios  con cada palabra que dices.
¿Qué magia escondida hay en ti?





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