sábado, 5 de noviembre de 2011

Cartas a Sarah V

Querida Sarah:


Los mensajes de texto que nos enviamos desde hace unos minutos me han sido infinitamente reconfortantes. Se  acerca la medianoche, mañana será domingo y yo escucho a Ibrahim Ferrer cantar una serie de boleros y composiciones tristemente lentas que quizás nunca te enseñé. ¿Alguna vez te compartí mis discos de aires cubanos y antiguos? Creo que no, pero siempre he creído que han sido la mejor manera de acompañar una muerte o una tristeza, además de los Nocturnos de Chopin. 
No debo de repetirte lo mucho que te extraño porque estoy segura que lo sabes de antemano. Han sido tiempos tormentosos, agradables, monstruosos y bellos, todo ha sido como una montaña rusa y temo que necesito contarte la historia de inicio a fin, pero estás lejos y yo también.
Foto tomada hoy día. Sé te hubiera gustado.
Mi vida ¿Qué ha pasado con mi vida? Pues ha sido afectada de todas las maneras posibles. Te puedes imaginar. Ingresé a dos universidades pero decidí quedarme en la PUCP, sigo leyendo mis novelas todo el tiempo aunque últimamente he sentido cierto tedio ante la lectura y creo que es por falta de un libro verdaderamente bueno. Lo último que terminé fue "El amor en los tiempos del cólera" y el día que terminé de leerlo, fue el día que terminé con Ludovico, cuyo nombre original es Enrique. 
Te hubiera caído muy bien y después lo habrías odiado con el mismo desprecio que sentías por la persona de la cual me enamoré en esos años cuando estudiábamos juntas. En fin. Te habría gustado su gusto musical, su poesía perfecta, su personalidad como un misterio y apuesto a que mi alma hubiera sanado más rápido si hubieras estado aquí ese jueves fatídico que me rompió el corazón con la más dulce de las crueldades.
Debería de contarte la historia con morbo de detalles, pero no es el momento ni el lugar indicado. Esperaré hasta que nos veamos en Diciembre. Si te preguntas cómo estoy, debo de decirte que no estoy muriendo, no de la manera en que lo piensas, porque desde la segunda noche que estuve con él, supe que tendríamos un final y a veces en la ducha (siempre las filosofías en las duchas) me imaginaba las maneras en cómo él daría muerte a nuestro amor, si es que hubo uno, si es que, Sarah mía, alguna vez aprendimos qué es el amor. 
Tú y yo deberíamos de hacer un libro algún día. Si no podemos darnos el placer de eso, por lo menos rezo por unos cafés, un almuerzo en Diciembre, aunque sea una hora para hablar de todo, absolutamente todo lo que no nos hemos podido decir en casi un año (¿O más, Sarah mía?) de ausencias.
Las cosas van mejor en la familia. Nunca perfectas, pero van mejor. Mi mente sigue siendo el mismo revoltijo de cables y pensamientos que la última vez que nos vimos, no te preocupes, no he cambiado para mal, sigo estando demente y espero, en el sentido más amigable posible, que sigamos compartiendo la misma demencia.
Espero que allá en donde estés, te encuentres bien, te recuerdo todo el tiempo y extraño nuestras salidas, conversaciones profundas e historias interminables.


Con infinito amor, 
Requiem. 


PD: Le di un collar de sol a Ludovico que se unía con el de una luna (que yo tengo) y formaba una sola imagen. Estoy considerando la posibilidad pedírselo de vuelta y dártelo. Siempre quise dárselo a alguien que podría lidiar con tiempos y promesas. Supongo que siempre ha sido tuyo. 



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