viernes, 29 de abril de 2011

Caminaba

Caminaba por la calle oscura de regreso a mi casa. Había dejado atrás la sala luminosa de la peluquería, las luces blancas colgando del techo en simpáticas esferas, mis bromas sarcásticas con César mientras  el pasaba la secadora caliente y me peina, parece que va a quemarme el cuero cabelludo y las orejas, pero él solo me peina y comenta, paso un buen rato viendo a las las señoras entrando y saliendo por el espejo. Caminaba con mi libro apretado al pecho, el viento me golpeaba y después de mucho tiempo, me sentí asustada de la oscuridad que me rodeaba. Jamás ha habido nada más triste que caminar sola, caminar sola en la calle con la luz amarilla de los faros, la sombra desoladora de los árboles desnudos en las paredes de esas casonas viejas, altas, descuidadas y de colores enfermos. Suspiro y camino y veo a las cucarachas saliendo de la tierra, como para recordarme que aún hay cosas espantosas en el mundo y jamás van a desaparecer. 
Me entran ganas de llorar, miro hacia mis costados pero no hay nadie, el hombre que camina detrás mío puede que sea nadie o puede que sea un viejo amigo de mi papá, el mundo es un lugar muy pequeño pero aterrador para la gente como yo, los que le tenemos miedo a todo lo que se mueve, porque puede hacernos daños. Aprieto mi libro, tengo ganas de darle un beso en el lomo, como si fuera un fiel compañero, el hombre cambia de camino, sigo caminando, se me cruza una pareja, los ignoro, pasa una anciana que cojea y me compadezco de su soledad, me relaciono con ella, me anexo a toda la gente triste que camina sola por las calles oscuras.
La llave de la casa cuelga en mi cuello, hace mucho frío. De repente siento un pesar desagradable en el pecho, una mezcla de pena con miedo, pena de mí misma, de mi situación, de los árboles rodeados de meados y de basura, de la pareja que ha comenzado a discutir a unos metros de mí y yo solo solo puedo desear estar sorda, olvidarme que la gente se ama, porque he perdido toda fe en ella. Tengo mucho frío, se me hielan los pies, el portero del casino me mira, me reconoce, se hace el loco y yo sigo caminando. 
Abro la puerta y no hay arañas ni escorpiones, hoy es una noche sin luna, nada peculiar, nada hermoso en el cielo salvo el humo que me ahoga los pulmones y me intoxica más de lo debido. Las luces de la ciudad me abrazan y con un violento empujón, me lanzan hacia el interior de mi hogar. No hay nadie en casa.
Me siento en el sofá a leer, de repente siento que estoy temblando.
Comienzo a sospechar que he perdido toda cordura, por lo menos, por esta noche. 

1 comentario:

ErnestRHels dijo...

muy bello modo de atrapar un instante.. saludos chica ... me encanto la descripcion de la callejuela q atravezabas, pude vislumbrarla con tus vividas palabras, me habria gustado tener a mano pigmentos y pintarla