[ Sueño ]
Era una fiesta. Luces por todos lados, el ambiente se sentía turbio por la cantidad de personas que saltaban, tomaban, reían en cámara lenta con el rostro deformado por los colores. La vampiresa que usaba el vestido de rayas blanco con negro sonreía cerca de la mesa de bocaditos, tenía el pelo negro, los dedos largos y blancos, finos como los de un muerto.
Se acercó entonces el chico, ese chico de pelo oscuro que le tapaba un ojo, vestido también de negro y con una que otra raya, se veía perdido, algo atontado, buscaba alcohol con las manos níveas hasta que encontró a la vampiresa de pie, sonriente, con las uñas negras afiladas.
Cogió ella una lenteja de chocolate y el chico, ese chico, sintió el dulce sabor de la golosina derramarse por su boca, fue feliz, se sintió descontrolado, excitado.
Miró a la vampiresa y juró que se vio reflejado en su sensual figura nocturna.
La cogió de la mano, su piel fría estallaba de deseo, eran ambos iguales, mismo peinado, misma palidez cadavérica y perfecta, tenían los ojos tan oscuros como si fueran reencarnaciones del demonio mismo, eran los más pefectos de la fiesta, criaturas de la noche. Fueron a sentarse a un lado más callado, a una mesa con un mantel de color pastel con un florero encima. Hablaban mirándose, la maldad fluía de un lado a otro, de una iris casi rojiza hacia la otra.
Qué placer era para los dos hablar con alguien tan similiar, de la misma naturaleza. Sonrió el chico, cogió la blanca mano de la vampiresa y mordiendo sus dedos largos de pianista dijo: "Dedos blancos, pedazos de jabón". La acorraló contra la pared, besándola como un animal. Saltaron ambos por la ventana, ella cogida de sus brazos, ambos vestidos en su tiniebla, desaparecieron en la vereda de la calle, felices, satisfechos.
Era el comienzo de una noche vampírica. Fatal.
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