jueves, 10 de junio de 2010

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Comencé a pensar en la Nicoleta Fanfaria y en la música gitana mientras la psicóloga hablaba por la tarde. ¿De donde es que eran exactamente los gitanos? De Rumania o de Bélgica, no me acuerdo, la letra de ese diccionario era demasiado pequeña hasta para mí. Todo nació desde que encontré el video del Jorobado de Notre Dame que produció Disney y la veo todos los días, recuperando los momentos olvidados de mi infancia.
Pero la psicóloga estaba hablando, tuve que viajar desde Francia hasta el frío salón de mi colegio en solo unos instantes.
Hay problemas de nuevo, no es la primera vez que nos dan ésta clase de charlas, nos dicen cosas que ya sabemos. A veces las personas creen que porque algo está mal no se debe de hacer... pero ese "debe" se queda bien establecido. Cuando un profesor, o en éste caso la psicóloga, habla sobre algo que ha visto o que se ha enterado de nosotros, nos quedamos tiesos, nadie respira, todos miran hacia el piso o hacia cualquier lado. Siempre hemos intentado alejarnos de las cosas malas... por eso que somos quien somos y las personas lo saben. El profesor presente tenía una mirada de ligera decepción, quizás sorpresa... quizás una mezcla mortal de los dos. ¿Es que acaso siempre tiene que suceder lo mismo? En una dimensión distinta a la actual en donde mi superstición y mi imaginación se combinan letalmente, podría decir que alguien nos ha mandando una maldición, de esas que duran por años.
Que solo gitanos poderosísimos saben hacer a sus enemigos.
Pero pisando el mundo real, todo es nuestra culpa. Si vienen a hablarnos, si nos confiscan cosas y si alguien tiene una mala visión de nosotros, bueno, feliz cumpleaños, nosotros hemos horneado nuestro propio pastel. Y sí.. se lo terriblemente feo e irónico que suena, pero decaí toda la tarde por estar reflexionando sobre el asunto.
Todo se terminó cuando me tomé un Burn heladísimo y llegué a casa para ver el Jorobado de Notre Dame de nuevo. Ya les contaré el porqué mi obsesión con esa película.
Pero por el momento, debo de dejar de reflexionar sobre temas tan profundos sobre el origen del mal.
Hoy en la charla de psicología sentí una rabia que al parecer supe controlar.
Si aquella área tan curiosa del colegio tuviera la más mínima idea de lo que ocurre detrás de esa esperanzadora idea que "los colegios cristianos tienen alumnos cristianos y punto final", me pregunto si seguirían hablándonos y no optarían por la expulsión o por los shocks insulínicos.
Así como le hacían al esquizofrénico ese del libro "Verónika decide morir" de Paulo Coehlo.
¿Funcionará con nosotros? ¡Ay no sé...!
Aún pueden sumergirnos en agua helada...

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