martes, 8 de junio de 2010

Metaloide Médico

Cuando alguien por fin se inscribe en el colegio médico y va a darse a conocer como tal, se hace el juramento de Hipócrates. Eso lo leímos en el colegio en la clase de educación cívica, sí, esa interminable hora en donde nos hablan de la Constitución, de la igualdad y el racismo. Éste año hemos tenido una dosis cargada de honestidad cuando la profesora nos dijo que de verdad, no esperaba que el curso haga algún efecto en nosotros. El juramento de Hipócrates es de verdad inspirador, un médico debe de preocuparse por el paciente, cuidar de nuestras vidas. Salvarlas, cuando ya estamos un poco tarde.
Las leyes de tránsito y los derechos humanos, están siendo actualmente tan respetados como el juramento del señor Hipócrates. Y sí, eso fue sarcasmo.
Hoy comprobé que hay que tener una suerte increíble y única para conseguir un buen médico. Los doctores de hoy en día (una gran mayoría, porque no niego la existencia de buenos profesionales) se preocupan más por el dinero, ese metal que hace fluir al mundo y al cual estamos hechos esclavos todos. Incluída yo, que puedo quejarme todos los años de mi vida, pero el dinero sigue controlando mi vida, la de mis padres y la verdad, la de todo ser humano.
Hoy en la clínica (nada de nombres, ups...) me pidieron tomarme un examen por segunda vez en los mismos laboratorios de la misma por un asunto de seguridad. Ni idea, el doctor habrá creído que me fui a hacer mis análisis a una tienda de hamburguesas y por eso es necesario otro. En el caso que mi organismo esté siendo carcomido por alguna clase de enfermedad, pues tengo que dejarlo hasta el sábado por la mañana, cuando los análisis estén listos. Muy simpático el doctor, debería de ser gerente de relaciones públicas y dejarle los escritorios con adornos de Hipócrates a gente que sí se tomo el juramento en serio. Antes había otro hombre que habitaba en su misma oficina, era un encanto, pero hacía bien su trabajo. Preguntaba qué tenías, qué sentías. El de ésta mañana se limita a mirarte la cara como si tuvieras una etiquieta de síntomas en la frente.
Durante la salida una mujer y su hija que fueron atendidas por el mismo doctor se quejaron de la misma manera, diciendo que les había dicho exactamente lo mismo. La única diferencia es que a mí me negaron un examen de sangre. Vaya, pero pobre Hipócrates. Es un alivio que esté descansando y no pueda ver que su juramento ha perdido valor.
Cosas que ocurren. No hago ésto por mí, lo hago por todos aquellos que alguna vez fueron a ver a un doctor y terminaron con un globo de colores y un "Nos vemos el sábado". Se nos quema el arroz, amigos míos. Ahora la única manera de saber qué enfermedad tienes, es cuando ya agonizas y al doc se le ocurre tomarte la temperatura.
¿Qué es lo que podemos hacer? A nosotros, nos ciudadanos de éste país quizás solo nos queda llamar a Radio Programas a quejarnos hasta el fin y esperar a que alguien haga algo al respecto. Pisemos tierra, quien no mama no llora.
A menos que a tu país se le acabe la leche.

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