Cuando me retiro de casa y llego al colegio, de vez en cuando me invade esa sensación de nunca haber salido, de querer regresar. ¿Y para qué? Para acurrucarme hacia otro sentimiento donde solo quiero estar sola como un hongo antisocial. Hago un comentario sobre la visita al Museo Naval pero de alguna manera yo estoy en otro lado, deseando charlar con alguien y contarle lo vacía que es mi situación. Que irónico. Que irónico que es que te ataquen en tu propio hogar, que tengas que recolectar valor durante años para expresarle la mínima idea a tu padre o que tu mamá traiga tu ánimo al suelo sin darse cuenta. No sé... comienzo a sospechar que su gran error fue nunca preocuparse, sentirse orgullosos cuando estoy arriba y desgarrarme cuando estoy abajo. ¿Alguna vez hicieron algo cuando me deprimía? No, para nada, y eso es porque ni siquiera saben que me deprimo, que mi autoestima es una desgracia y que me siento un naufragio humano. Pero hoy las cosas cambiaron ligeramente durante el almuerzo, en medio de un ceviche le dije a mi papá que no insultara a mi amiga, pero es evidente que no me hizo caso y empeoró la situación. Expresé minutos después que si alguna vez me hablara de cosas positivas, yo no sería una persona tan sombría.
P: Yo no te he dicho que todo el mundo es malo.Y: No sé papá... entonces finalmente me la creí.
Me aguanté las lágrimas y los ataques constantes de mi mamá. ¿Qué hacer, entonces? Para qué me voy a escapar, para qué voy a llamar a una tía si ninguna es capaz de acojerme ni mucho menos firmarme unos exámenes que jamás entenderé.
Esta noche me iré a dormir y mañana trataré de pensar que todo fue una pesadilla, que todo sigue siendo como esa vida en donde no se contradice a tu papá ni se le dice a tu mamá que te está haciendo daño. Esa vida en donde enamorarse es de masoquistas y donde se sueña de noche y nunca de día.
Esa vida que no es vida.
Ojalá que mañana haga frío. Hoy el sol le dio a todo un color amarillento demasiado triste.
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