martes, 29 de junio de 2010

Cherry Pie

"El mundo dejó de tener
sentido la mañana en que
Mar despertó con los pies helados en una cama que no
era de ella, envuelta
en sábanas y fragancias que nunca le
pertenecieron"


Ya estaba lista. El auto la esperaba abajo junto con dos pares de piernas desnudas que se movían inquietas en el asiento trasero mientras el chofer ignoraba los comentarios infantiles que las dos señoritas producían. La estaban esperando, Mar estaba lista. Lo mejor de todo era que nunca fue alguien que pudo darse la gran vida, no era millonaria, el auto de abajo no era de ella ni tampoco las cosas que usaba en éstas bellas noches de sábado. A veces se preguntaba si las cosas que hacía de verdad eran de ella. Su mamá tomaba té en la cocina mirando hacia la pantalla del televisor, preguntándose si su hija regresaría temprano algún sábado. ¿Era su culpa? No... claro que no, las chicas necesitan divertirse, eso es todo, estás siendo una buena madre, punto final. Mar miró sus piernas depiladas por última vez en el viejo espejo de su habitación, se echó el pelo alisado hacia atrás y suspiró antes de sonreírle sensualmente a su reflejo y mandarse un beso volado, concluyendo el ritual narcisista en el que participaba todas las bellas noches de sábado. Bajó corriendo, entró al auto saludando a chillidos a las dos jovencitas que la abrazaron, halagaron y luego cerraron la puerta violentamente mientras ordenaban al chofer que arranque de inmediato. Adentro corrieron los chismes y comentarios sobre los invitados de esa noche, Mar asentía y se involucraba en esa vida tan libre que amaba, en esa masa de murmuros, risas y vestidos escarchados que dejaban al descubierto una silueta que se había vuelto llamativa solo por la carencia de telas encima. Mar observaba las luces de la calle y se sentía en otra ciudad, en otro mundo, lejano a esas solitarias tardes en una casa que no tenía nada de elegante.
Entró en la fiesta entre sus dos amigas, dejando tras ellas una nube de perfume, hicieron su entrada triunfal de Divas, de hadas del placer y de niñas caprichosas. Las horas pasaron con velocidad y con copas rebalsando de licores coloridos volando en el lugar repleto de luces. A Mar le ardían los ojos, se asfixiaba de risa y cogía torpemente el cigarro que quemó accidentalmente un brazo. Pisó una copa de vidrio mientras una mano tibia la jalaba hacia la mesa de bocaditos. Mar se reía chillando, se subía la vasta del vestido y acariciaba la corbata del desconocido que le metía caramelos dulces y rendondos entre los labios mientras también se carcajeaba. Todo estaba lindo, todo era perfecto y colorido, estaba viviendo de nuevo en el universo que quería, estaba siendo la Diva, la perfecta, la que no era.

Lo primero que vio en la fría mañana de Noviembre de ese año tan lleno de colores y cigarros caros fue el techo amarillo y pálido de una habitación que no le pertenecía. Tenía los pies helados ¿En donde estaba? Se levantó sintiendo el vestido suave escurrirse en su cuerpo como si fuera mantequilla. ¿Quién dormía a su lado? Mar se quedó observando al tipo que descansaba tranquilamente. No sabía donde estaba, sus zapatos estaban tirados en el suelo al igual que su bolso que no contenía nada más que una cajeta de Hamilton vacía y un celular roto en varias partes. El mundo dejó de tener sentido la mañana en que Mar despertó con los pies helados en una cama que no era de ella, envuelta en sábanas y fragancias que nunca le pertenecieron. El maquillaje se había impregnado en sus pálidas mejillas.
Mar lloraba, confundiendo su propio llanto con los lijeros ronquidos del desconocido que horas antes la había embriagado con caramelos, con palabras bonitas, mordidas de oreja e intercambios de números telefónicos. Haciéndole creer que era la estrella por lo menos ésta noche.
Se acabó, Mar. Es el final de todo.
Lo has perdido todo, sin tener si quiera algo.

1 comentario:

tuumarcadeagua dijo...

Fantástico, eso simplemente.