lunes, 28 de junio de 2010

Ambulancia

Una llamada inesperada hizo que mi mamá saliera corriendo de casa mientras gritaba que llamara a Emergencias. Marqué el 105 varias veces inútilmente mientras el corazón se me salía del pecho: El hijo de la vecina había tenido un accidente dentro de casa. Cuando finalmente me contestaron un hombre me pidió rudamente cual era el problema y me dijo que mejor llamara a los paramédicos, que si era grave la situación. No que va, imbécil, estoy llamando porque no tengo nada que hacer, pensé. Antes de poder darle la dirección el desgraciado colgó el teléfono y mi mamá llamó desde la casa de la vecina. Escuchaba arcadas, sollozos y la voz agitada de mi mamá que me daba la dirección de nuevo y me decía que llamara a los bomberos. Marqué el 116 y atendieron de inmediato, di el número de la casa de la vecina, su dirección y yo rezaba para no ser tan torpe de equivocarme, para poder controlarme y dejar de caminar hacia todos lados. La jovial voz de una señorita me pidió que me calmara, que no movieran al niño y que una ambulancia llegaría de inmediato.
Me quedé varios minutos mirando por el balcón para ver a qué hora llegaba la maldita ambulancia, vecinos a quienes nunca he hablado estaban cerca de la puerta de mi vecina mirando nerviosos hacia todos lados, gritando auxilio en la calle vacía, desolada y muerta en donde vivo. El guardia del casino de al lado miraba todo indiferente, la gente no salía de sus ventanas, no sé si los de los restaurantes de al frente hacían algo, pero yo maldecía a todos, me metía con la madre de todo el mundo y deseaba con todas mis fuerzas ver a esa ambulancia llegar de una vez.
Caí de espaldas cerca del balcón y comencé a hablarle a Dios. Le dije que no era el momento de llevarse a nadie, que no hiciera nada que fuera doloroso. Que las cosas no debían de ser así y que por favor cuidara de todos ésta noche. Minutos después escuché esperanzada la sirena de la ambulancia y la vi girar en poco tiempo. Una patrulla ya estaba frente a la puerta, los policías bajaron y avisaron desesperados con los brazos a la ambulancia que paró inmediatamente. Los bomberos bajaron, vi una camilla, luces rojas y perros correr por las oscuras calles. Mi vecina salió sollozando y llegó el padre (que es doctor) de los chicos a quienes nunca hablé, pero que conocían al hijo de la señora tanto como yo. Gritando, se metieron al auto y salieron disparados. En unos minutos el niño salió en una camilla y mi mamá se subió en la ambulancia junto con la madre de éste.
No sé cómo están las cosas, llamé a mi mamá pero agitada se rehusó a hablarme en ese momento.
Lucho contra el sueño porque dormir sola en éste lugar me aterra, lucho contra al adrenalina que aún me hace actuar frenéticamente y añoro la llamada en donde me digan que todo está bien.
La noche amenaza con tragarse todo con su oscuridad, con su cielo carente de luna, la desesperación nos carcome a todos.
Necesito noticias que no pasó nada, que todo está en buenas manos.
Necesito saber que la noche no nos va a vencer.

1 comentario:

Poeta745 dijo...

Rogare para que se recupere. Ten fe