jueves, 3 de junio de 2010

Curitas de Junio

Así como uno se raspa la rodilla cuando se cae torpemente por la escalera y todos (inclusive nosotros) nos matamos de la risa para ocultar el hecho que nos dolió un poco, el espíritu también tiene raspones. Y vaya, qué raspones... lo suficiente graves como para hecharles agua oxigenada o hasta llamar a una ambulancia. Pero no existen los hospitales de espíritus... no que yo sepa.
Ha sido el Jueves más deprimente en lo que lleva éste año. Sí... este día de miércoles se lleva el premio mayor. Se que no es nada a comparación de lo que me espera, pues todo lo acontecido hoy día aún no se lo cuento a mis padres. Ouch, me va a doler. Pero todos nos caemos, quizás me reconforta lo que dijo el señor Nietzsche "Lo que no te mata, te hace más fuerte". Él fue el que estuvo encerrado en un manicomio, imagino que sabe lo que dice.
¡Ah! Pero son ésta clase de ocasiones en las cuales vas dándote cuenta de quienes te ayudan, quienes solo te hablan y quienes toman contigo y se olvidan de tu nombre en mitad de la borrachera. Se lo que es tener que cuidar a gente ebria, créanme que a uno le duele ser niñera. Pero en éste jueves tan gris, puedo ver aspectos de mí que nunca pensé encontrar. Mi pesimismo me mató y para la tarde yo ya estaba hecha una ruina humana, un naufragio depresivo y Vallejo era el único que me acompañaba, vaya, a éstos límites hemos llegado.
Quiero agradecer a unas cuantas personas, a mis curitas de Junio que me han salvado la noche, de todos modos lloré (como el naufragio que me considero) pero las cosas mejoraron.
Gracias Ana Lucía, porque aprendí a definir lo que es preocuparse por el otro.
Gracias a Hover, porque logró animarme con su poder mental, con su sarcasmo musical y su increíble forma de ser.
Gracias a Maria Isabel, porque aunque no quise al comienzo su abrazo, por miedo a desmoronarme, se que en dos meses de conocernos ya se preocupa como muchos no lo hacen.
Gracias a Rosa María, porque ese sol que lleva dentro de su organismo brilla demasiado, nunca pierde el optimismo, y la quiero demasiado por ese detalle suyo.

Gracias a todos por tener tanta paciencia, tanto ánimo, tantas ganas de hacerme sentir mejor. De alguna manera, se que tienen razón. No todo es tan malo.
No puedo morir ahora.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es hora de abandonar el pesimismo

Requiem dijo...

Apoyo tu enunciado.