Para la clase de Sociología hicimos un estudio etnográfico sobre los niños y niñas que suben a cantar a los micros en Lima. Después de dos largos días de cortar, mezclar y borrar, he terminado de editar el video que contiene los testimonios, las imágenes y las fotografías. Siento que es uno de los proyectos que más ha valido la pena en trabajar con tanto esmero. Me duele el hombro derecho, siento que se va a desprender de mi cuerpo en cuanto me acueste a dormir.
Podría mostrarle a mi padre lo que he hecho, pero no le gustaría, quizá hasta se enojaría conmigo. Me diría que qué tontería. Repetiría con seguridad que todos los niños-cantores-de-autobuses de este país solo buscan monedas para consumir drogas, para sus padres alcohólicos y que luego van a vaciarle los bolsillos a las personas en las calles. Al observar a los niños de mi video decir que quieren ser ingenieros, policías y médicos cuando crezcan, sentiría el choque de la realidad porque es probable que piense que los pobres no tienen derecho a soñar ni a tener aspiraciones. Un niño mal alimentado y sin educación que canta cumbia en un micro no puede soñar con ser ingeniero, no en este país, no en estos tiempos.
Muchos no creerían en las cosas que muestra este video. De verdad todos piensan que estos niños no tienen absolutamente nada en este mundo que no sea un ambiente venenoso de vicios y fracaso, pero todos tienen ganas de vivir, de aprender. Shirley, de 9 años, trabaja sin que su madre alcohólica lo sepa para poder ir al colegio.
No se pueden hablar de estas cosas en casa. Debajo de este techo se odian a los homosexuales, a los pobres, a los indigentes, a los niños cantores de autobuses, a las minorías sociales y a todos los que son diferentes. El argumento más usual que suelen darme desde que tengo memoria es que los pobres son pobres porque quieren ser pobres, que los homosexuales son enfermos mentales con una vida de perversión, que el quechua no sirve, que las putas solo son putas y que todas las personas rechazadas en esta sociedad no tienen derecho a segunda oportunidad, tampoco a soñar, no en este país, no en estos tiempos.
Y sin embargo me rehúso a escuchar desde que comenzaron con estos sermones enfermizos sobre lo mucho que dejo de alejarlos a todos. Jamás les he hecho caso, jamás he creído ninguna de esas tonterías ni tampoco lo haré. El amor hacia mis padres no es tanto como para dejar que cultiven ideas en mi cabeza y las rieguen con la sangre de la estupidez.
Un amigo mío tiene razón cuando me dice "Tu casa te hace triste, mucho más triste".
De pie y nunca de rodillas,
Requiem.
3 comentarios:
Buenísimo Req, es sin duda uno de las entradas mas reflexivas y persuasivas que he leído.
Concuerdo muchísimo con tu amigo, pero reconforta que tú no sigas ese mismo ideal, que a la larga es solo una burbuja, realmente fuera de la realidad que tenemos alrededor.
Me gustaría muchísimo ver ese video. Será para nuestras vacaciones, MORTAL. ♥
Apoyo a Trilce, esta entrada ha sido enteramente reflexiva y muy profunda acerca del papel que tienen nuestros padres en nosotros.
No necesariamente debemos heredar errores de la familia, y debemos, al contrario, aspirar a ser mejores personas de lo que ellos son.
Me gusta la idea de que no te dejes influenciar por nadie, Réquiem. Y esta entrada me cayó como un trago agridulce, necesario para mi día.
No suelo decir esto...
Pero muchas bendiciones a ti.
Estamos en contacto :) :brohoof:
Interesante reflexión. Es lo bueno d hacer trabajo de campo, permite.adentrarte y conocer más la realidad y salir de lo q los mayores o profesores nos dicen q es el mundo y d cómo debemos de portarnos. Estamos en una sociedad con grandes desigualdades sociales, q debemos cambiar. Cada vez q veo a alguien subir a los carros a vender algo pienso en el tiempo q suelo desperdiciar, mientras.ellos lo aprovechan al máximo para seguir sobreviviendo. Por eso siempre trato de hacer algo por ellos, creo q es posible una sociedad nueva donde los niños tengan la infancia q varios d nosotros tuvimos, q no tngan q trabajar a esa edad, sino jugar y estudiar.
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