Nota: Estoy trabajando para hacer un cortometraje de este relato.

Cada mes que pasaba, esos episodios eran menos frecuentes y eso le rompía el alma. Caminaron juntos por la casa silenciosa hasta el comedor. Ella se sentó con los brazos cruzados, mirando siempre hacia el vacío y sin decir una palabra. Él, mientras sonreía con amargura, buscó las botellas de pastillas y medicamentos en la cómoda más cercana y fue a la cocina a buscarle un vaso de agua.
Intentó darle una de las pastillas blancas, pero ella quitó el rostro, con una mueca de desagrado. "Por favor, no te pongas así. Tienes que tomar tu medicina" dijo él suavemente. Se miraron por un rato y ella aceptó. Le quitó las pastillas de la mano y las tragó con agua, terminándose el vaso de un tiro.

Entonces él supo que tendría que abandonar la medicina. Sacó una caja escondida en la biblioteca y se quedó unos minutos pensando en lo que iba a hacer. Se lavó el rostro y las manos y se colocó unos guantes blancos. La buscó en su habitación y le dijo que todo iba a estar bien. Regresó con un extraño maletín y sacó algodones, catéteres, jeringas y frascos de líquidos. Ella lo miró con los ojos brillando, pero no de miedo, si no de incertidumbre. Él le dedicó una sonrisa y le dijo que todo iba a estar bien. Hizo el procedimiento, como si fuera a sacarle una muestra de sangre y luego hizo lo mismo con él, conectado los cables de sus venas. La transfusión iba pronto a funcionar.
Casi ocho horas después, ella despertó sin cables ni dolor y lo vio sentado, mirándola fijamente. Le sonrió y le dijo si se encontraba bien. Al no hallar respuesta, corrió a abrazarlo y a decirle que haría un té. Él se dio cuenta que desde que era pequeña, jamás había tenido una reacción igual. La vio vivir por primera vez después de tantos años.
Quiso alegrarse por ella, pero se dio cuenta que ya no podía sentir nada.
1 comentario:
Se escucha brutalmente doloroso.
Espero con ansias ese cortometraje, Réquiem.
Saludos nocturnos con lluvia.
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