jueves, 2 de febrero de 2012

La Técnica de Ludovico

Alex y sus amigos en el Bar Korova
Originalmente titulada A Clockwork Orange, La Naranja Mecánica es una novela Anthony Burgess, escritor y compositor británico, publicada en el año 1962 y llevada a la pantalla grande años después, en 1971 por el director americano Stanley Kubrick. Reconocida por su vasto vocabulario (más bien basado en una jerga increíble de orígenes eslavos llamada nadsat), su trama de mensajes sociales y entretenida historia, la Naranja Mecánica es toda una obra de arte y una de mis favoritas.
Cuenta sobre la historia de Alex DeLarge, un muchacho carismático y perturbado que goza de la llamada ultra-violencia (basada en el asesinato y la violación) junto con sus amigos, quienes rondan por la ciudad nocturna haciendo de las suyas. En un momento determinado de la historia, ocurre una traición que lleva a Alex a la cárcel y después de un tiempo, es promovido por voluntad propia a un centro en donde lo someten a la famosa Técnica de Ludovico.
Entre la novela y el film, realmente la técnica en sí no cambia mucho. Alex es inyectado con una droga y luego amarrado a una silla, obligado a ver imágenes de alto contenido violento para que después sea incapaz de cometer atrocidades que en algún momento disfrutó. La lógica de la Técnica de Ludovico se basa en realidad en un proceso psicológico iniciado por Pavlov llamado condicionamiento clásico.
Aunque los resultados de esta técnica varían en la película y en la novela (pues en el libro Alex decide alejarse de su pasado violento sin necesidad de terapias y por pura voluntad y maduración), da que pensar sobre el resultado de tener este acceso constante a la violencia.
Sin haber sido amarrados a sillas ni consumir drogas, las personas observamos estas escenas de violencia, quizás poco gráfica pero real, todos los días gracias a los medios de comunicación. ¿Este acceso diario nos ha hecho, como al joven Alex DeLarge, intolerantes a la muerte y a la tragedia o solo nos ha dejado algún tipo de indiferencia? Siguiendo la idea del genio Antohny Burgess y del difunto Pavlov, hasta este punto, un buen porcentaje de nosotros ya debería de ser intolerante a elementos como la sangre o la muerte, pero parece que el efecto ha sido todo lo contrario.
Alex sometiéndose a la Técnica de Ludovico
Entonces, el acceso a violencia nos ha hecho tolerantes hasta niveles increíbles e incluso a convertido a muchas personas en buscadoras de esta clase de material para satisfacer alguna curiosidad interna o simplemente el llamado a observar cosas como el cine gore o el nuevo género grotesco (créditos a un amigo mío por la idea). Evidentemente, estas son solamente generalizaciones, pues no todos nos hemos vuelto insensibles o simplemente indiferentes a las monstruosidades actuales de nuestro mundo.
¿Cuál sería entonces, la respuesta desde el aspecto psicológico o médico para sanar esa sensación impasible hacia algo que debería de horrorizar a cualquiera? Probablemente sea retirar todo lo que expresa violencia de la vida de la persona por un tiempo, hasta que su organismo se olvide de la sensación. Hipotéticamente hablando, cuando el sujeto tenga acceso de nuevo a este tipo de material, tendrá un choque nuevo que producirá el esperado asco o desagrado. Todo sigue siendo una teoría, una divagación.
¿Cual es la solución a la dureza que tiene un buen porcentaje el mundo a la desgracia?
Hoy me puse a pensar en eso y todavía no obtengo respuesta. 

2 comentarios:

Reinhardt Langerhans dijo...

Sí, sí. La técnica de Ludovico que consiste en poner al sujeto frente a unas imágenes de violencia mientras se le infunde dolor para que con el "acondicionamiento clásico" propuesto por Pavlov, relacione violencia con dolor y, por experiencia, nunca más la haga.

Entrando al debate, un proverbio judío reza que "Al hombre le atraen las cosas prohibidas" y si intentamos alejar a alguien de la violencia, creo que llegaremos al resultado contrario.

Y bueno, ¿por qué deberíamos eliminar a la violencia del género humano?
Hace poco me enteré, según una teoría bastante loca, que para bien o para mal, el motor de la sociedad es el odio. La aversión contra algo unifica a las personas, como la aversión de rockeros contra reggaetoneros o la aversión de cristianos contra moros y paganos.
Realmente, la violencia [innecesaria, pues hay una en el reino animal que es necesaria] humana está ligada al pensamiento racional y al libre albedrío de nosotros mismos. Negarla, sería privarnos de eso que se nos dotó por medio divino o por azares de la naturaleza.

Además [Oh, God... Why?]
¿Es necesario y posible erradicar la desgracia del mundo? Digo, para saber qué es frío, debes tener el parámetro de lo que es caliente.
Y eliminando la desgracia del mundo, si es eso posible, no nos daría un parámetro de referencia para el concepto de bienestar.

Saludos, Réquiem.
Espero mi punto haya servido de algo :)

Anónimo dijo...

"¿Por qué estáis tan firme y solemnemente convencidos de que sólo lo normal y lo positivo, o sea sólo el bienestar sea ventajoso para el hombre? ¿No es posible que la razón induzca a error en relación con estas ventajas? ¿No podría suceder que al hombre no le guste sólo estar bien? ¿Que le guste por lo menos tanto el sufrimiento? ¿Que el estar mal le suponga tanta ventaja como el estar bien? ¡Es un hecho que el hombre tal vez ama terriblemente, apasionadamente el sufrimiento! En este caso no hay ni siquiera que consultar la historia universal; basta con que os preguntéis a vosotros mismos, si sois hombres, por poco que hayáis vivido. En cuanto a mi opinión personal, amar sólo el bienestar es incluso, de alguna forma, indecente. Por mal o bien que esté también destruir algo es a veces muy agradable. Yo en este caso, como podéis entender, no me pongo ni a favor del sufrimiento ni del bienestar. Yo estoy a favor... de mi capricho y quiero que me venga, si fuera necesario, garantizado."

F. Dostoievski - Memorias del subsuelo...