lunes, 15 de agosto de 2011

Helena

Helena. Ella, que representaba el almíbar y el sinsabor de mi vida, murió hace un par de días. Mucho más que el hecho que está muerta y yo vivo aún, de saber que en un tiempo solo será tierra y yo aún respire, la desolación viene de saber que estamos solos. Helena caminando, vestida de negro y pintada como una muñeca de porcelana por los pasadizos del infierno, buscando mi mano con sus ojos muertos y ciegos, con su voz como un jilguero atrapado en su tierna garganta y me muero (e irónicamente sigo vivo) de tan solo imaginarme a mi Helena perdida, sola.
Me mantengo ebrio de tristeza y de líquidos ardientes desde el día de su partida, no puedo hacer otra cosa. Le repetí muchas veces que su partida significaría mi fin y fue más que un comentario; fue una promesa, un juramento sobre su cama que era casi un sepulcro. Fui yo quien subió a la palestra frente al altar para decir unas palabras durante la misa. No rezábamos ni rogábamos por el alma de Helena, porque ella era un ángel y desde siempre tuvo un pase libre al cielo y si se fue al infierno, fue por acompañarme siempre. Yo no creo en Dios, ni en el diablo ni en las figuras antropomorfas de la India. Yo solo creo en Helena, a pesar que esté muerta, creo en sus pasos, caricias y mejillas sin vida. No tengo motivos para continuar en este mundo y sin embargo no pasa nada. Espero todo el día a que algo sucede. El viento contra las ventanas, los vidrios empañados y las cartas de pésames acumulándose debajo de la puerta. Estoy hastiado de todos. Y aunque veo a Helena acariciando la cabeza de los niños en el parque y sonriendo en las fotografías del zoológico, regalando chocolates a sus hermanas en navidad y orando, silenciosa, por las noches, yo sé que no está ahí. Es una imagen, una ráfaga, es una memoria que toca y besa y acaricia y que abraza fuerte, hasta la más amorosa asfixia. Ya nada importa. Ya nada tiene el más mínimo sentido.

1 comentario:

Lucia.NO dijo...

No qiero pensar que tu mama falleció :/