martes, 16 de agosto de 2011

Depresiones & Agujeros I

Después de haber abrazado a Ana Lucía en el paradero y empapar su hombro de gruesas lágrimas pasadas de sal, yo me agarraba a las barandas superiores del bus camino a casa. Hacía frío, pero yo tenía el rostro caliente por el llanto que aún me palpitaba y bueno, resbalaba por mis mejillas, siendo interrumpido por la feroz manga del suéter escolar. No quería que las dos personas dentro del autobús (sin contar a Ana) me vieran llorar, solo por el hecho que las conocía, pero ninguna tenía el derecho de observarme en plena desgracia. Bajé una cuadra antes de mi destino y caminé con la mochila al hombro. Casi no me despido de nadie, pero Ana me dijo un hasta luego a lo lejos y yo respondí, girando el rostro y temo que ahí sí fueron notorios los irritados rasgos de alguien que está llorando. 
Crucé la pista. El autobús desapareció y ya en la tienda del frente de mi casa pedí una Coca Cola helada que tragué con dolor y prisa, pensando que quizás me ayudaría a bajar el llanto, relajar los ojos y que nadie notara en casa que desde hacía  tres horas, me estaba matando la tristeza más profunda del mundo. No le dije nada a nadie, y si lo hice, no pareció importante porque no escuché ninguna clase de palabra sanadora. Eso fue hasta que recibí el saludable abrazo de Ana y sentí que me rompía en pedazos, pero ya ha pasado.
En mi habitación me desahogué  con mi violín Vladimir y sin embargo, también me sentí amarga porque hasta a él le he fallado horriblemente. Terminé de tocar la melodía más triste que haya podido componer en mi inexperto andar por la música y almorcé, todo frío, todo horrendo. Mi inocente mamá preguntó si había llorado, le dije que me había entrado jabón en el ojo y eso era todo. No quería preocupar a nadie y llorar en casa en compañía de papá o mamá nunca ha sido saludable, ni tampoco ha ayudado en nada.
Poco a poco se me pasa el ardor de los ojos. Ya no estoy llorando pero siento que el agujero silencioso que tengo dentro va a quedarse un poco más. Ayer, yo tenía otra idea de mi y ahora temo que me he quedado sin esperanza alguna. 
Mis resultados médicos me dijeron que no tengo ninguna clase de enfermedad. Me sentí alegrada por la noticia, pero no ha sido suficiente, aunque doy gracias por estar sana. 
Me siento más triste que nunca y esta vez el problema no es nadie, salvo yo. Me he hartado de mi, de todo lo que hago, de lo que he hecho y de lo que haré, si es que llego a algún lado. Hoy me propuse dejar de ser buena con todos, para qué ayudo a los demás si no recibo al final nada más que indiferencia y solamente quisiera matarlos a  todos por ser tan horribles, inhumanos, traidores. 
Tengo tarea que hacer. 
No podía continuar sin antes escribir que me estoy muriendo. 



Req. 

1 comentario:

Lucia.NO dijo...

Vamos Req.
Bienvenida a mi realidad,
a la qe me choqé en la cara hace unos 3 meses!
...
el camino es largo, pero se sale :)