viernes, 3 de junio de 2011

Rootless


Pensado, de alguna manera, en Sarah



Amelia dejó la cabeza caer, mientras tocaba el piano. Uno podría mirarla y decir que siempre ha sido una persona tranquila, que es una chica muy feliz y capaz.
Y lo es.
Jamás ha estado más tranquila que esa tarde, porque todos sus planes están yendo tal como siempre lo soñó, desde ese fatídico Enero en donde de una estocada, como en las corridas de toros, dejaron que se desangrara a la mitad del ruego. Sus amigos y su familia fueron su público favorito, nadie podía hacer nada, pobre Amelia, está tan triste y finge estar tan feliz.
Hasta que ella también se creyó su teatro; ahora, está tranquila, silenciosa, concentrada en el vacío de su habitación, porque cuando toca parece que nada existiese. Antes, Amelia tenia un motivo por el cual tocar, tenía una imagen que podría aparecer en su mente con cada nota, cada arpegio tenía un sentido, ahora, cuando abre su libro de partituras y asienta los dedos en esas teclas, parece que lo hiciera para sobrevivir al teatro en el que su vida se ha vuelto. Ya no piensa en nadie cuando toca, pero de todos modos se sonríe, porque todo está saliendo como alguna vez lo vio en sueños.
Y aunque él le pidió que olvidase las cosas, ella se guarda ridículamente una pincelada de recuerdos. Tiene un chocolate envuelto en papel platino guardado en el último cajón de su cómoda, como si fuera a ayudarla a sanar, pero todo es parte de su plan.
Llenarse de odio hasta el límite de la insensibilidad. Amelia toca el piano y está a punto de reírse sola, se plan es hacerse detestable, malvada, tan insoportable. Solo así quizás la dejen en paz, cree que el odio es la mejor manera de solucionar las cosas, el cariño la ha dejado tan demente, tan desequilibrada que el otro lado de las emociones, el contraste, ahí es donde se queda toda su esperanza.
Siempre ha sido una chica rencorosa. Va a la universidad, regresa, toca, hace tareas, se llena de rencor con cada viaje en autobús y cada problema ajeno que le cuentan, intenta encontrar fuerza en sus amigos y lo consigue, les chupa la energía, se ha vuelto una sanguijuela espiritual, de alguna manera.
Amelia deja de tocar y se queda en silencio, cree que va a llorar, pero no funciona. Está siendo una perra inmadura y rencorosa a propósito, todo es un teatro, todo es parte de su plan.
Cuando Erick la odie y la encuentre irreconocible, podrá darle el golpe venenoso en donde él creerá que se enamoró de una persona que jamás existió.
Da capo.

3 comentarios:

Ian Moone. dijo...

Me encantó en realidad
pero no sé si es buenp que te hayas acordado de mí mientras escribías algo tan duro...

asumo
(y espero)
que no haz tenido pesadillas.

Te quiero
Zeta.

Penélope dijo...

Me gustó demasiado!!
Me identifiqué muchísmo con Ameliaporque yo también toco, aunque me gustaría un piano, me conformo con el teclado. Y lo que piensa ella... en lo que se quiere convertir, es tan idéntico a mi antiguo yo!

La verdad, felicitaciones.

Penélope dijo...

La verdad que me ecntantó y me impresionó muchisimo. Me sentí realmente identificada, y que tenga ese halo de oscuridad me fascina.

Lo que siente y en quien se quiere convertir Amelia es tan idéntico a una antigua yo que me dejó pasmada.
Yo toco el piano... bueno en realidad me tengo que cnformar con un teclado, pero para efectos pacticos, me descargaría con los ods por igual.

Honestamente, felicitaciones :)