domingo, 18 de abril de 2010

After Party II

Las cosas siempre caen por su propio peso. Mi mamá, mi papá, todo el mundo solía decírmelo y creo que nunca me lo tomé con la seriedad necesaria, con la reflexión necesaria y finalmente, tuve que esperar a un día como éste, a pasar una noche como la que pasé anoche, para darme cuenta que a las personas malas, le ocurren cosas malas.
Así es la ley de la vida, Dios castiga y si no crees en Dios, cree en la maldad y que es tan pesada que te arrastrará hasta el final.
La depresión me consume porque sí, amigos míos, he aprendido mi lección.
Mis intentos fallidos por convertirme en una persona como las demás, por mezclarme entre la multitud tan solo por unas horas, por un corto tiempo y luego regresar al lugar donde pertenezco... lejos de todo el mundo, oveja negra entre blanca, algo siempre que marcará la diferencia aunque yo a veces no lo quiera.
Repudio.
Eso, en una palabra, es lo que siento hacia mi persona, por haber hecho cosas tan estúpidas y terminar aquí, sin una cámara de 500$ porque aparentemente la robaron. Anoche lloré mucho porque más que el hecho de haberla perdido, me duele la dignidad. Sí... me duele el alma, tengo el espíritu enfermo y prometo que nunca más regresaré a una fiesta, a nada.
El after party terminó, el Disco Heaven se fue a la mierda.
Necesito el abrazo de un amigo, un teléfono para llamar a Clío a decirle lo increíblemente basura que me siento y que trate de animarme como siempre, porque si llamamos a horas extrañas, siempre es por crisis de éste tipo.
Al demonio el pecado.
Ya me di cuenta, que en esas noches donde me ponía a reflexionar sobre lo que hacía, alguien más me estaba escuchando y planeando secretamente mi propio golpe para que así yo aprendiera mi maldita lección.
Ay Requiem...
siempre tienes que ser la creadora, de tus propios infiernos.

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