martes, 23 de noviembre de 2010

Alocución


El profesor E tomó asiento, luciendo agotado por primera vez en mucho tiempo. Lo imité y con Vladimir en brazos, acariciando su piel de madera charolada, me dediqué a escuchar. ¡Era tan evidente mi distracción! ¡Mi incapacidad de concentrarme, reconocer en dónde estaba y lo que hacía! Tantos errores en tan solo dos pentagramas tan simples eran suficientes, algo me ocurría, y el hombre sentado en frente de mí lo sabía con seguridad. La cálida habitación de música se llenó de un asfixiante silencio mientras el profesor paseaba sus ojos negros por aquel lugar tan conocido, donde se había memorizado la ubicación de cada lapicero, cada partitura y cada atril. Aquel cuarto iluminado, rebosante de memorias.



-Yo creo- comenzó a decir –que tú tienes problemas de comunicación.


Asentí, con tanta hambre de sus sermones. Mi profesor pensó unos segundos con las manos entrelazadas y se dedicó a hablar varios minutos, sin tapujos ni ligeras delicadezas, indirectamente dándome ánimos después de mi fin de semana tan y apocalíptico. Aquella pena inyectada por mi padre se fue desvaneciendo con una rapidez muy tierna, no correspondida a la firmeza con la que hablaba el profesor.
Habló de su hijo, el pequeño que más de una vez encontré durmiendo en el sofá o intentando explicarme porqué su disfraz del hombre araña era el mejor. Para tener solo tres años, decía, sus cualidades musicales eran excepcionales, el profesor E hablaba como un padre orgulloso, que se moría de amor por aquella criatura que llevaba y siempre iba a llevar su sangre musical en las venas. Me sonreí.


-Y si cuando él crezca, me dice que odia el violín- dijo de manera solemne -Diré
que si quiere, lo rompa, porque jamás perdería a mi hijo por obligarlo a mis
caprichos e ilusiones.




Con un brillo triste y efímero en sus ojos, se puso de pie, indicando que ya era hora de tocar.
Me paré frente al atril, en silencio, rejuvenecida. Me alegré para mis adentros y esa clase, Vladimir brilló como nunca.




1 comentario:

Reinhardt Langerhans dijo...

yeAH!
Pensé que era el único loco que le preguntaba su nombre a los violines, pero tal parece que también estás tú, Réquiem.
Mi violín se llama Shannon Antonius :3
Un Saludote, colega violnista! ;D
(Aclaro, entendí lo profundo de tu entrada, no sólo el hecho que tu violín se llame Vladimir)