viernes, 12 de noviembre de 2010

Distopía

No nos queda mucho. Ya no basta pasarse cuarzo frío por el cuello. No me voy a bañar en flores, no voy a decirle a Flora que siga orando por mi por las noches. Se acabó, no nos queda mucho. Me lagrimean los ojos porque todo está lleno de humo, me ahogo en fragancia de cigarro, pero no les puedo decir que se detengan, nunca me escuchan. Se acerca el final ¿No? ¿Ya va a amanecer? Todas las ventanas están cerradas, hace calor, pero allá en la esquina las gemelas tienen frío, están de negro, como para un velorio, todos estamos de negro, todos bailamos, reímos, pero a mi nada me hace la más mínima gracia. Hay una mujer desnuda, curvilínea, hecha de madera y cuerdas que descansa en los brazos de mis amigos, se carcajean, la tocan, la rasgan con violencia y todo es por nada, ni siquiera la puedo escuchar gemir de dolor o de excitación. No puedo gritar que se detengan, no puedo ni siquiera caminar derecho, estoy sentado en una silla a punto de romperse ¿O el que está a punto de romperse soy yo? No sé, alguien me acaba de botar humo encima del rostro, huele a algo floral y tóxico, una de las gemelas o es la chica de pelo rojo ¿Se ha sentado en mi pierna? ¿Es hombre o mujer? Me pongo de pie cogiéndome de los muebles ¿Son muebles? Me tiembla el piso, me sangran invisiblemente los tímpanos, la música es infernal, la mujer de cuerdas y madera se ahoga entre esos manoseos tan vulgares. Salvajes, todos salvajes, todos con rostros pintados, me sonríen, me llaman por mi nombre, si es que es mi nombre ¿Cómo regreso a casa? ¿Es de día o de noche? No nos basta nada, no nos queda mucho. Acá están todos, los amigos de mi infancia, las niñas con muñecas que ahora se arrancan la ropa sobre la mesa, alguien se quedó dormido allá abajo, no lo pises, no le escupas, no le tires alcohol porque ya ha sido suficiente. Acá están los enanos que jugaban fútbol, aún tienen hoyuelos en las mejillas, sonríen como los de siempre, tan inmaduros, frescos, con los ojos inyectados de sangre y los dedos oliendo a nicotina, menta, perfumes baratos. ¿Cómo estarán mis padres? ¿Dónde estarán? ¡Saltan, saltan! Me pisaron, pero yo salto con ellos, esa masa de desconocidos, de muertos vivientes que alzan los brazos y se chorrean en cremas, en agua, en cerveza debajo de la mesa. Y todos de negro, como procesión del infierno, como los engendros de aquel tiempo tan violento en el que vivíamos, los hijos de la violencia, de la guerra en televisión y de una educación carente, fallida ¿No nos queda mucho, cierto? ¿Ya va a amanecer? No encuentro el baño, tengo náuseas, me duele mucho la cabeza, voy a estallar y todos los bastardos que saltan a mi lado se mancharán de mis vísceras rebeldes. Arriba alguien golpetea contra el muro ¿La habitación al lado del baño? Moriré, voy a morir, ésto es el inframundo más perfecto del mundo, mi distopía, mi dolor placentero y nunca voy a salir, condenado por siempre ¿Donde estarán mis padres? La mujer de madera se ha roto, la han asesinado, se comen sus partes y todos ríen, todos saltan sobre sus restos, la música nos domina, estamos endemoniados, todos de negro, todos mareados, todos hermanos...

No hay comentarios: